Un viaje y una crisis existencial a partir de la búsqueda de
quién soy,
quién quiero ser y hacer,
qué mundo me rodea y
si este me permite (o no) realizarme como artista (y persona).
En búsqueda de alguna verdad que lo reconecte, escapando de su propia vorágine y adicciones, Mauricio Aznar Müller, músico de Zaragoza, emprende un viaje a Argentina para visitar la casa de Atahualpa Yupanqui, a quien escuchaba desde muy joven gracias a un cassette que le regalaron a su madre. En medio de esa específica búsqueda, gracias a una peña folclórica Mauricio conoce la música de Don Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, (interpretado por su propio hermano Cuti Carabajal) y viaja a Santiago del Estero para conocerlo, donde se termina asentando unos días en su casa para aprender de él a la vez que se conoce con toda su familia.
Una ópera prima que aparenta pequeña pero no lo es, ya que logra ser una película gigante. Javier Macipe, su guionista y director, entiende que con lo justo y necesario se puede causar muchísimo. Una buena historia, unas muy buenas actuaciones, una buena puesta en escena y un equipo entero que se nota estar celebrando con mucho amor y sensibilidad la creación de la película es un proceso que difícilmente falle. Y remarco que la obra desde inicio a fin se siente y se ve una celebración más grande que la suma de sus partes.
Cual ejercicio digno de un médium, Mauricio se siente vivo en la piel de un impecable Pepe Lorente. Profunda y brillante interpretación tanto del protagonista como de toda la familia Carabajal que realmente vivió en los años ’90 la visita del músico aragonés y representan con una notable sencillez cómo viven la música y la vida en Santiago del Estero.
Con un primer acto que nos mete en el denso momento que el protagonista atraviesa, un segundo acto bellísimo que logra capturar en imágenes y sonido un amor realista, a flor de piel, por el arte y cultura argentina; y un tercer acto nuevamente en España que busca un fuerte impacto con una resolución particular narrativamente pero certera en su cometido, la película se siente fresca, única y valiosa.
Don Carlos le dice a Mauricio que se ahorre las florituras, que no son necesarias para lo que quiere conseguir, que el folclore es como el acento no se fuerza, se pega. Y algo así se puede percibir el tercer acto del film, el cual aún así, me gustó y mucho. Pues, siempre estaré del lado de los autores cuando note genuina su mirada, y así lo aprecié a Javier Macipe con su ópera prima. Quienes tengan una visión interesante, una mirada puesta en un punto particular para compartir. Una voz digna de ser escuchada para que no pase al olvido antes de terminar la oración, siempre será algo que enriquezca.
Por otro lado, creo que la propia obra no necesitaba un artilugio tan disruptivo para su propia trama como lo es el juego del metalenguaje. Que me gustó y lo aplaudo porque se siente satisfactoriamente logrado ya que por más que sea una fuerte decisión narrativa, la misma no descuida las secuencias previas y todo lo anterior construido, sabiendo que el último acto seguramente se lleve la mayor atención, la película está igual de increíblemente presente en los detalles de las miradas y sonrisas como en las secuencias de mayor espectacularidad como lo son las peñas folclóricas con sus bailes en Argentina, los shows de Mauricio en España, y a su vez en ese especial final.
La película es fascinante, hay que vivirla en una sala de cine y algo que me parece super hermoso del film es su dedicación a ‘las estrellas anónimas’ y hay que ser consciente de ello ya que ninguno de nosotros estaríamos acá mismo, en esta precisa situación, si no fuera por la vida y obra de Mauricio Aznar (pero también por todas las personas que trabajan para crear una película). La celebración a Mauricio es algo que seguramente saque enormes sonrisas y lágrimas a quienes lo sientan cercano e incluso también a aquellos que probablemente vean el film sin conocerlo de antemano pero que seguramente al terminar la película se retiren de la sala de cine celebrándolo.
Calificación: 8.5/10
Por Julián Lloves para La Butaca Web.