Crítica de Gonzalo Borzino
Pocos porteños podrían decir que la vida en Buenos Aires es sencilla, pero todos te pueden confirmar que para llevarla hace falta tener una actitud activa. Desafortunadamente para Pilar (Natalia Oreiro), ese no es su caso. No solo carece de fuerza emocional para imponerse en su cotidianidad sino que, además, su entorno le es absolutamente adverso. Principalmente marcado por un marido artista (Fernán Mirás) incapaz de llevar a cabo los pedidos mas básicos, un amigo/ex-novio (Diego Torres), que está feliz de casarse con una manipuladora y un jefe «cuna de oro» ( Radagast), que la cree incapaz de adaptarse al mundo moderno por lo que trata de reemplazarla con una influencer (Malena Sánchez) quien trata de pisarla, sin saber realmente del mundo profesional. El advenimiento de esta marea toxica, como inevitable tragedia, le provocara un ataque de pánico, llevándola a buscar un cambio drástico de origen místico, llevándola a cambiar su vida, transformando su ser. Al liberarse de las cadenas de la autocensura, Pilar descubrirá que todo lo que hacía falta para que las cosas cambien era pegar un grito, rajando las vestiduras de lo esperado, causándole un arranque de cólera a la mas mínima provocación. Ya no se guardará nada y el mundo se enterará de lo mal que se encuentra a sus ojos. Sin embargo, lo que en un principio resultaba liberador, no tardará en jugarle en contra.

La película, dirigida y co-escrita por Martino Zaidelis (El hombre de tu vida), es parte de una adaptación mundial sobre el mismo formato, basada en el guion del Chileno Nicolás López (Sin Filtro, 2016), también director y co-escritor. Junto a estas, marchan la ya estrenada versión española (Sin Rodeos) y Mexicana (Una mujer sin filtro) y la, próxima a estrenar, versión Panameña (Sin Pepitas en la Lengua). Entre ellas se diferencian principalmente en la aplicación de costumbrismos y pequeños toques locales sobre la misma esencia dramática. Por ejemplo, la Argentina presenta el problema vial por el lado de las interacciones con taxistas, mientras que la Chilena se limita a hacerlo con personas desagradables. Luego de comparar la nueva con la original, puedo afirmar que resulta superior en cuanto a técnica filmográfica, actoral, sonora y narrativa, además de desarrollar un final más acorde.
La película posee una estructura predecible, con un par de escenas dedicadas a cada conflicto de forma individual, donde se plantea, se hiperboliza, irrumpe la violencia, el entorno reacciona y, ocasionalmente, se llega a una conclusión. Estos, a su vez, funcionan como burbujas aisladas donde los personajes involucrados son encerrados, nunca interactuando por fuera de estos límites y cuyo único agente en común es Pilar, que va paseándose de una escena a otra. Esta falta de unicidad provoca que algunos carezcan de un cierre claro, dejándolos colgados hacia el final. Por un lado esto desconcierta, pero por el otro presenta a la película como un fragmento de la realidad, entonándola de un color más realista.
La fuerza actoral es llevada por Oreiro, quien salta entre los distintos matices de locura con una fluidez que deja cuestionando su verdadera estabilidad mental. Y es que no estereotipa a la encarnación iracunda, sino que la usa como herramienta, realizando diferentes secuencias de arrebatos acordes para cada situación. Después de todo, una loca es impredecible, pero no repetitiva.
Los personajes secundarios no destacan demasiado e incluso puede que resulten un tanto acartonados, como es el caso de Diego Torres, que si se le han escapado tres expresiones en toda la película fue de suerte.
A pesar de estar claramente orientado a un público especifico, la película logra poner al espectador en el lugar de Pilar mostrando una realidad social decadente, un entorno decepcionante y frustrante. Los elementos están planteados con claridad y la identificación es inevitable, ya que todos hemos pasado por situaciones de ninguneo, inutilidad e impotencia. Está claro en el ahogo de su entorno, sus amistades trastornadas, reflejo de una vida híper-conectada donde una busca refugio en la constante interacción digital, mientras que la otra se reviste de proteccionismo materno tratando a su gato como si fuese un hijo. Está claro en las generaciones más jóvenes, más exitosas, que tratan de pasarle por arriba sin medir sus palabras. Está claro en una sociedad que, ante el primer signo de cambio, asumen que se trata por su condición de mujer y no por donde la han forzado a ubicarse.
Y como si de la figura del bufón en las tragedias shakesperianas se tratase Pilar, al contar las cosas como son, levanta las mascaras y revela la hipocresía, siendo tratada como alguien que ha perdido el juicio. Y esta, la premisa principal, se mantiene a lo largo de toda la trama, hasta resonar en sus últimos momentos cuando el publico esperaría encontrarse con un final literalmente reparador. Aquel desenfreno de violencia la termina devolviendo a su realidad, más sabia, reconociendo que en la verborragia sin control no solo se haya la liberación de las estructuras, sino que también la destrucción de sensibilidades. Re loca es un reflejo de alguien iluminado, tomando la píldora roja y ejecutándola por medio de la fuerza… y eso me encanta.
Calificación: 6.5/10
TITULO ORIGINAL: Re loca
ACTORES PRINCIPALES: Diego Torres, Natalia Oreiro.
GENERO: Comedia.
DIRECCION: Martino Zaidelis.
ORIGEN: Argentina.
DISTRIBUIDORA: UIP
ESTRENO: 05 de Julio de 2018
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