Crítica: Megalópolis

Odio y amo, pero ¿Por qué lo hago, te lo preguntarás?
¿Cuándo muere un imperio?
¿Es este tipo de sociedad la única disponible para nosotros?
¿Deberíamos aceptar este conflicto sin fin en el que vivimos ahora?
¿No hay tiempo para hablar del futuro de la gente?
¿La suerte ya está echada?
Megalópolis y Francis Ford Coppola, una fábula gigante.

César Catilina (Adam Driver) es un polémico artista-inventor, premio Nobel por descubrir un material de construcción milagroso llamado Megalón. César tiene una misión personal, crear un futuro mejor para el ser humano frente al latente peligro del callejón sin salida que es vivir en una sociedad corrompida. En su epopeya situada en Nueva Roma, gobernada por el alcalde Franklyn Cícero (Giancarlo Esposito), ciudad que utiliza el autor como paralelismo entre Nueva York y el antiguo imperio romano, el protagonista tiene varios frentes con los que lidiar durante la búsqueda de la creación de Megalópolis, un jardín del Edén futurista que quiere construir desde la ruinas de la sociedad actual para no dejar fuera a nadie.

Un mundo torcido, que no respeta las instituciones y desdibuja sus importancias es un mundo que está en peligro de caer. Con ese plano aberrante abre su film Francis Ford Coppola, la mente maestra detrás de algunas de las mejores películas de la historia del cine que a sus 85 años vuelve a apostar todo, ya que en sus propias palabras es imposible hacer arte sin correr riesgos, para crear una película gigante y que más allá de su invaluable legado también se siente como un testamento que aborda críticamente temas como la mentira, la cancelación, la demagogia política, la acumulación capitalista, los vínculos familiares, las pérdidas y los duelos, la ambición y los delirios de grandeza, el tiempo y el arte, la vida en sociedad y los pilares fundamentales que fueron pervertidos, intentando abrir una conversación sobre el futuro repensando una y otra vez sus intereses y obsesiones.

¿Un artista puede detener el tiempo?
No dejaré que el tiempo domine mis pensamientos.
Cuando saltamos a lo desconocido demostramos que somos libres,
César continuamente se autoconvence de eso frente al espejo.
Si somos capaces de inventar dioses con un poder infinito,
¿Por qué no podemos aplicar con nuestra propia mente ese mismo poder?
¿Por qué el humano necesita crear algo gigante para demostrar ese poder?

Megalópolis es una película realmente colosal, esa es su mayor virtud pero también es su punto débil al no estar con esa misma grandeza en todos sus apartados. De ahí nacen las críticas que se le hacen al film. Sí, el CGI se ve algo dudoso e inacabado, su estética dorada no es la más agradable y el montaje no ayuda en la narrativa de la película, ya que parece que escenas enteras fueron recortadas, en especial en la segunda mitad. Tal vez el guion plagado de parlamentos y citas filosóficas tenga falencias, y no siga las recetas que se enseñan en las escuelas de cine o sea el fiel reflejo de los guiones estándar algoritmizados que la industria plantea pero con todos esos posibles defectos, quedando lejos de sus mejores films y entendiendo la obviedad que ninguna película es perfecta, esta obra sigue siendo de Francis Ford Coppola. Merece el respeto y el análisis necesario, no sólo por su nombre sino por el tamaño de la fábula que crea y los temas que lleva a la gran pantalla.

¿Qué nos quiere contar Coppola con esta fábula? ¿Cuál es su visión acerca del mundo actual y su potencial futuro? ¿Es esta película una alegoría de su vida, su visión y el futuro del cine? Al ver a César en cuadro estoy viendo a Coppola crear Megalópolis, crear tanto la ciudad como a la misma película. 

No es solemne pero es inmensa. Es ególatra y megalomaníaca. No quiere asumirse así aunque lo sea. Es Coppola hablando de Coppola, de su cine, de su visión. Es Coppola poniéndose en distintos personajes y hablándose a sí mismo a través de ellos. Habrá espectadores que detesten estas conductas de parte de un autor así sólo porque hay un grueso que lo deteste, a mí realmente me encanta. 

César se autofelicita por sus propias ideas y se remarca cuanto le gustan a sí mismo. «No te mires la nariz en el espejo porque ya no está donde solía estar» le dicen a César tras ser (mal) cancelado y golpeado, no es otra cosa que Coppola diciéndose, cuidado con mirarte al espejo porque podrías no ver al director que solías ser, o mejor dicho, cuidado con no ver la imagen que crearon de vos mismo.

Es una película tan grande que es difícil hacerle justicia con una breve crítica y no con el extenso análisis escena a escena que merece, pero también eso es lo bueno. Es una película que te queda en la cabeza, que realmente abre debate como su protagonista quiere hacerlo, en palabras de César, las utopías no ofrecen soluciones prefabricadas ya que no están hechas para ofrecer soluciones sino para hacer las preguntas correctas.

César enfrenta a Cícero frente a la prensa; entre las cuales está Wow Platinum (Aubrey Plaza dando una excelente interpretación). César plantea frente a todos la construcción de Megalópolis con este milagroso material que descubrió interrumpiendo al alcalde Cícero que pretende hacer de Nueva Roma un negocio con divertidos casinos «sin problemas de tiempo ni acciones sindicales». Es decir, una construcción hecha sólo para un rédito económico sin importarle la destrucción de la ciudad como bien para la sociedad. Como bien afirma Clodio (Shia LaBeouf) el excéntrico y caprichoso primo de César, que es su total opuesto, «cualquiera puede ser dueño de esta ciudad. Hay un gran cartel clavado de: ciudad en venta.» 

Entre César y Cícero, hay una gran enemistad tanto por sus pasados como por la visión del futuro. El artista-inventor plantea una ciudad que inspire y con la que la gente pueda soñar con el porvenir. Mientras que el político arraigado al momento presente sólo promete el status quo actual por miedo a que la utopía construída de Megalón se transforme en una distopía. Cícero cree que César es un soñador imprudente que destruirá al mundo, antes de que pueda construir uno mejor. Entre acusaciones varias el alcalde es el primero en querer llevar esa discusión intelectual al plano de la violencia física, es ahí cuando Coppola con el lenguaje propio del cine, el montaje, utiliza el iris para acercarnos, separarnos y darnos la intimidad que una acusación y secreto como el que se revela merece, con un tratamiento sonoro que realza lo que está pasando en cuadro.

Tras el altercado entre César y Cícero nos enteramos que César y Wow Platinum son amantes, y el primer acercamiento es con una discusión donde ambos están hablando de cosas diferentes sin interesarse en lograr una conversación real, cada uno está hablando de sí mismo y sus propios intereses. Wow Platinum le miente descaradamente, le declara un verdadero amor (no tan) camuflado en una intención de ser quien deba ser con total de ocupar un espacio de poder. Ella quiere más. No importa qué sea ni lo que ya tenga, quiere más porque lo que uno tiene nunca alcanza. A lo cual Cesar le responde con el dolorde una mente corrompida, que nunca se case por amor. Wow, encuentra en la televisión, en el reflejo de sus acciones pasadas, la revelación del futuro que desea, planea conquistar al multimillonario tío de César, Hamilton Crassus III (Jon Voight).

¿Con que Coppola está viejo y ya no sabe filmar? Sólo con ver la calidad de la dirección del plano inicial en la escena que Julia (Nathalie Emmanuel) visita a César en su oficina es más que suficiente.

«¿Esto es?» Se pregunta Julia, la hija del alcalde Cícero, al ver la primera maqueta de lo que sería Megalópolis. ¿Sólo esto es? Sí, es eso. Será mucho o poco, tendrá más o menos potencial, mayor o menor profundidad según quién y cómo lo observe. Pero sí, eso que parece una puesta en escena miniatura, un juguete a medio terminar es en lo que podría convertirse el futuro, y eso es cómo ve el futuro su creador y una persona bajo su guía, incluso con los ojos cerrados.

César le pide a su mano derecha, Fundi Romaine (Laurence Fishburne), que lo lleve al purgatorio. Es decir, a ese último plano no físico donde lavar culpas antes de la trascendencia, el lugar para limpiarse de los pecados que aún quedaron sin el perdón de Dios. En ese camino hacia el purgatorio, Cesar va charlando de un interés que sigue sin descifrar, el tiempo. Julia lo persigue, mientras se cuestiona sobre el pasado de César, sobre la desaparición de su esposa, y a su vez Clodio los persigue a ambos. Los tres durante sus trayectos van obsesionados por aquello que persiguen y que no logran poseer, persiguen lo que no entienden y quieren dominar.

Cesar compra flores y se encuentra con su ex mujer en este purgatorio mientras que Julia lo espía, y cual Rebecca de Hitchcock, afirma que él todavía la ama y no la puede dejar ir. Tras esa escena Fundi Romaine relata que, tales son los misterios del corazón humano, que se hace difícil el comprender, y no hace falta aclarar nada más. La película, en especial en su primera mitad, está llena de escenas que condensan tanta verdad como belleza cinematográfica que parecen pasar inadvertidas para aquellas críticas que pasan por alto algunas secuencias para sólo enfocarse en los apartados menos logrados del film.

Pan y circo. Mientras se alce el coliseo, Roma se alzará. Cuando el coliseo caiga, Roma caerá también. Y cuando Roma caiga, el mundo caerá con ella. Este capítulo es la incomodidad que genera la inescrupulosa alta sociedad y una familia de ese tipo. Las mentiras y el aparentar, un show que sólo puede montar la cúpula del poder y el dinero. Una mención más que especial a la madre de Cesar (Talia Shire) que pese a tener poco metraje sus escenas son realmente sublimes, esas que condensan verdad como pocos momentos del film. Otra secuencia tremendamente lograda es en la reaparición de Wow Platinum para ejecutar su plan de quedarse con el banco de Crassus, donde actúa como una serpiente perspicaz y seductora para así dominar eróticamente a Clodio. 

Tras liberarse de su conflicto, ahora con el amor de Julia y en la espera de una hija, César empieza a construir en medio de la decadente Nueva Roma en ruinas, su Megalópolis, algo que a simple vista no se entiende cómo es, por más que uno lo observe no logra comprender su forma al no se parecerse a lo que acostumbramos habitar.

El film es un constante diálogo de transición entre el pasado y el presente pensando en el futuro. Está llena de líneas que sostienen esta preocupación del autor.

«¿No podemos ser como éramos antes? – ¿Podemos?»

«No me preocupa mi lugar en la historia. Lo que me preocupa es el tiempo, la conciencia y el valor. ¿Y qué es el valor, sino el comienzo de una conversación vital? Necesitamos un gran debate sobre el futuro.»

Coppola cierra la película con la misma angulación que la inicia pero ahora parece que el mundo podría llegar a ordenarse si los principios de Megalópolis se cumplen. Afirma que queda tanto por hacer, por construir pero, ¿hay tiempo para hacerlo? El pasado le pide al presente que construya noblemente y este se compromete a hacerlo. El tiempo se detiene para las generaciones pasadas pero no para las venideras. Francis Ford Coppola nos dice que hasta acá llegó su obra, que es el momento para que las nuevas generaciones continúen su legado cinematográfico siendo conscientes de todo lo bueno así como de todo lo malo que nos trajo hasta hoy, para que así se pueda construir noblemente un nuevo futuro.

Calificación: 8/10
Por Julián Lloves para La Butaca Web.

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