Análisis Armored Core 6: Fires of Rubicon para PS5


Por Alejandro Corell


Es imposible que escuchar a alguien pronunciar las palabras FromSoftware no provoque en nosotros ninguna reacción. Así pues, cada vez que a lo largo de este año nos recordaban la vuelta en escena de la saga Armored Core algo se revolvía detro de mí. Aun a sabiendas que las batallas de Mechas poco tienen que ver con la fantasía medieval de la saga Souls y derivados, el gusanillo por volver a encontrar esa esencia a la que tan acostumbrados estamos ya picaba con más fuerza todavía.


Unas semanas después de la llegada de Armored Core VI: Fires of Rubicon a tiendas, he podido disfrutar (y sufrir, mucho) del desafío que el capitalismo extremo pone delante de nuestro nuevo Cuervo. Así pues, con la refrigeración activa, los motores listos y las armas cargadas, estoy listo para comentarte mis impresiones de la obra.
Antes de seguir, me veo obligado a recalcar que nunca antes había jugado a ningún título de la saga, pero a lo largo de los años he disfrutado de muchos análisis, ensayos y divagaciones sobre estas peleas de mechas. Es por ello que sus bases no me eran ajenas. La dificultad despiadada, la gestión de recursos, los complejos sistemas de montaje, así como el resto de elementos característicos no han entrado de nuevas en mi vida. Esto es un punto importante porque pese a encontrarnos con el Armored Core más accesible de la franquicia, sigue ofreciendo una barrera de entrada mucho más elevada que otros juegos actuales.



Tal es así, que muchos jugadores han aquejado de verse totalmente indefensos y superados delante del primer gran jefazo, el gran muro que tenemos que superar para entrar de lleno en la aventura. Por suerte o por desgracia, esta situación no es inesperada, sino que es la base de Armored Core. Construir un robot, luchar con él, encontrarse un enemigo más poderoso y darse cuenta de la basura que estamos pilotando. Reconstruirlo, dominarlo, descubrir de nuevo que sigue sin ser suficiente, llorar, levantarse, recoger la llave inglesa y así sucesivamente.
En Armored Core vamos a pasar prácticamente el mismo rato visitando el taller que peleando. La personalización de nuestros mechas es tan amplia que puede asustar, pero una vez “dominada” es parte del núcleo jugable. A diferencia de otros juegos de la compañía, no podemos enfrentarnos a enemigos más débiles para subir de nivel y volvernos más fuertes delante de los grandes desafíos. A lo sumo, podemos conseguir algo más de dinero para comprar nuevas piezas con las que experimentar. Nuestro robot no mejora de forma directa, sino que lo hacen nuestras dotes como piloto.


Pese a todo el sufrimiento, llegar a ese momento en el que todo hace click, cuando esa guardia infranqueable del enemigo desvela durante un instante un punto débil, dándonos el tiempo suficiente para plantear un nuevo plan de ataque, morir (desde luego), volver al taller y adaptar al robot y dotarle de una nueva estrategia, esta vez funcional, es quizá incluso más gratificante que el posterior al superar a uno de los grandes jefes de la saga Souls. Escribo estas líneas con unos niveles de dopamina y serotonina estables pero que me aspen si no he sufrido picos extremos mientras jugaba.



Siento que ya he nombrado la saga estrella de Miyazaki más veces de las que me permite el contrato. No cabe duda de que estamos delante de un juego totalmente diferente. Gran prueba de ello es su narrativa ambiental. Podemos ver esto a través de su diseño de niveles. A diferencia de otros títulos, nos encontramos delante de escenarios diseñados para ser sobrevolados o atravesados a gran velocidad.
Todos nuestros robots tendrán alguna forma de desplazarse rápidamente y deberán hacerlo, prácticamente todo el tiempo. El frenetismo de cada combate, acompañado de incontables alertas por todas partes de nuestro campo visual convierten a cada espacio por el que nos desenvolvemos en meros refugios de balas y cohetes. Es por ello que la ambientación de Rubicon, compuesta principalmente por cascarones de edificios y fábricas de extracción se presenta como uno ideal, pero no evita que se sienta extremadamente vacío. Avanzamos por el espectro de una ciudad, donde a parte de otros pilotos y sus mechas, no encontraremos prácticamente nada.


Es cierto que si buscamos bien encontraremos notas secretas que enderezarán nuestro camino por la historia del juego, pero la forma en la que esta se cuenta, a través de pequeñas conversaciones entre misión y misión, no invita con demasiada fuerza a desglosar todos nuestros dotes detectivescos. Lo que sí que me ha quedado claro una vez más es que el enemigo público número 1 es el capitalismo, lo cual queda remarcado de forma muy ciberpunk.

Así pues, con Armored Core VI: Fires of Rubicon tenemos una excelente vuelta a las raíces de FromSoftware. Estamos delante del título más accesible de la saga, pero no por ello menos difícil que los anteriores. Se nota sobremanera el aprendizaje de la compañía a lo largo de la última década, donde la fantasía medieval tomó las riendas y el futuro y los robots quedaron a un lado. Con esta vuelta FromSoftware se muestra capaz de destacar fuera de su saga maestra con sorprendente facilidad. De esta manera, lo único que nos falta por saber es si este desarrollo permitirá redirigir el nuevo aprendizaje a sus futuras producciones de la misma forma que las anteriores han guiado esta nueva obra.

Calificación 8.5/10

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