Análisis: Alan Wake II para PC

No es un lago, es un océano

Por Alejandro Corell

Soy un intensito del terror. Desde que tengo uso de memoria, cualquier producción a la que pudiese introducirle la etiqueta “de miedo” al final de su título era merecedora de todo mi anhelo y, muchas veces, de poco más, porque no podía acceder a ella sin el permiso de mis padres, el cual pocas veces llegaba. Así pues, mis primeras cabezadas con el género estaban basadas en paseos por la sección de turno del videoclub, viendo portadas y leyendo sinopsis que, mezcladas con alguna captura, servían como combustible para mis jóvenes pesadillas.

Con el tiempo, descubrí un error en la matrix, un agujero capaz de atravesar tal barrera paternal: la literatura. Leer es bueno, así que deja al niño que lea lo que quiera. Esa afirmación me permitió bucear y adentrarme a placer en el mundo de la narrativa de terror, principalmente rondando a uno de sus protagonistas: Stephen King. Diría que nuestra relación fue de amor a primera vista, pero la verdad es que mis primeras indagaciones dejaron un poco que desear. Intenté leer Misery y abandoné a las pocas páginas porque no entendía que estaba pasando (años después volvería a abandonar esa misma lectura, a causa de la ansiedad que me produce esa diabólica obra). It, desde luego, colapsaba mi atención, como no podía hacerlo de otra manera un aterrador payaso. No obstante, el hecho de que aquel libro fuese más grande que mi cabeza fue suficiente para echarme hacia atrás.

Pese a tanto traspié, con los años absorbí gran parte de las obras literarias de King y libro a libro, me encariñé más de su estilo, hasta colocarlo actualmente en mi olimpo personal. Por eso mismo, la primera vez que entré al universo de Remedy gracias a Alan Wake me permití soltar un pequeño gritito tras pulsar en iniciar partida. Y es que, marcando su estilo desde el segundo uno se permiten marcar su estilo citando al genio de Maine. Es por ello que Alan Wake resultó una apuesta muy interesante por traer a este nuestro medio videolúdico toda la fuerza narrativa de los mejores libros de King. Encarnando a un escritor bloqueado, lo que inicialmente era una pequeña excursión en busca de inspiración se terminó transformando en una lucha dimensional entre el hombre y fuerzas lovecraftianas que poco respeto tienen por la vida humana.

Alan Wake dejó en sus seguidores un delicioso sabor de boca y un final abierto que, por desgracia, hasta hace no mucho se entendía como un camino cortado. Pero la vida da muchas vueltas y al final esta secuela es una realidad. 13 años después del lanzamiento de la primera parte, el mundo mucho ha girado durante esta década y media y la tecnología ha avanzado trepidantemente. Esto permite que esta segunda entrega se nos presente como una de las producciones más ambiciosas en cuanto a su apartado técnico y todavía más pretenciosa en cuanto a lo que contar historias se refiere.

Al igual que en el mundo real, han pasado 13 años desde los acontecimientos de Alan Wake. Encarnando a Saga, nos tocará volver a Bright Falls para tratar de resolver una serie de asesinatos asociados a una secta devota del escritor desaparecido. Ya desde un principio, esta situación huele a rara y no tardaremos mucho en empezar a ver como todo se va al traste y el caos se apodera de nuestra investigación. La realidad y el lugar oscuro se entremezclan y separan como una emulsión que no termina de querer cuajarse.

De esta manera, con Alan Wake II nos encontramos con un thriller de terror, que no duda en hacer alarde de todas las influencias de las que se sirve. King está presente, desde luego, pero igual peso tienen otros creadores como David Lynch y el fan de Twin Peaks disfrutará como un niño buscando referencias a la obra prima de asesinatos y detectives del FBI. Pese a que se trata de un concepto más bien clásico, en Remedy saben como darle su marca personal, que siempre emana frescura.

Sam Lake, guionista y también actor principal, se permite poner en prueba el libre albedrío y dar rienda suelta a toda su creatividad, con una narrativa que rompe la cuarta pared a la vez que intenta culparte a ti de ello y de paso te prepara unas tortitas para evitar que te enfades mucho. Aunque es fácil perderse en ella, sobre todo debido a todas las herramientas de las que disponemos para avanzar, no deja de ser un disfrute en todo momento.

Esta avanzará a través de dos caminos “distintos”. Por una parte, controlaremos a Saga a través de Bright Falls y alrededores y por otra atravesaremos el Lugar Oscuro de la mano de un envejecido Wake. Podremos desarrollar cada una de estas historias de manera independiente, ya que nosotros decidimos por cual queremos avanzar primero. El viaje de Wake es una pesadilla estroboscópica y la realidad de Saga tampoco es que sea muy estable, que digamos. Nos encontramos sin duda, ante una narrativa bizarra que poco miedo tiene de explotar todas sus estrategias y dejar en manos del jugador el entendimiento.

Si dejamos de darle vueltas a lo que está pasando a nuestro alrededor y aceptamos que de momento, mucho no vamos a entender, lo que nos queda es un excelente survival horror, que recupera las bases jugables de la primera entrega, donde la luz es nuestra herramienta principal para debilitar a las fuerzas de la oscuridad. Eso sí, el sistema se encuentra actualizado para hacerse hueco dentro de las producciones actuales, quedando clara su inspiración en los sistemas jugables de los últimos remakes de la saga Resident Evil. La gestión de recursos se posiciona como un apartado todavía más principal que en la primera entrega. Munición, pilas y curaciones, no hay muchas, que digamos. Lo que sí que hay son criaturas de la oscuridad dispuestas a partirnos en pequeños trocitos. En más de una ocasión tendremos que distinguir sabiamente si es el momento de luchar o de salir por patas, con un elevado margen de error.

Correr, vamos a tener que correr, mucho, ya que cada uno de los personajes avanzará por un entorno semi abierto, el cual podremos explorar libremente, en busca de recursos y pistas que nos acerquen más a entender como avanza la historia. El motor Northlight es una prueba excelente de los pasos agigantados que está dando la industria. El balance entre las luces y las sombras da como resultado un mundo sorprendentemente detallado e impresivo, pero que requiere de gran potencia para poder disfrutarlo. 

Cuando se publicaron los requerimientos recomendados para jugar a Alan Wake II en PC, saltaron las alarmas. Es verdad que la configuración media esperada es una bastante potente, pero gracias a herramientas como el DLSS de NVIDIA o el FSR de AMD permiten disfrutar del título más fácilmente. No tengo un ordenador sorprendente, pero gracias a estos sistemas he podido disfrutar de la obra de una forma cuanto menos, aceptable, a excepción de problemas de la sincronización de audio que, por alguna razón, decidía perder la cabeza en momentos aleatorios, pasándose al inglés en mitad de una conversación o cortando todo sonido cuando le venía en gana. Este quizá es el punto que más ha entorpecido mi avance, el cual poco se beneficia de la mala fama adquirida por Remedy en cuanto a la calidad de los doblajes y localizaciones se refiere.

Aún así, la experiencia general con Alan Wake II ha sido, cuanto menos, maravillosa. Estamos sin duda delante de uno de los grandes juegos de este año y un nuevo exponente en el género del terror y el survival horror. Con esta producción Remedy marca nuevas cotas en sus estándares de calidad. Que, tras tantos años, Alan Wake haya vuelto a nosotros es una gran suerte y, que encima sea tan bueno, es cuanto menos una pequeña fortuna. 

Bright Falls vuelve a abrir sus puertas al turismo. No deberías dudar, estas ante un buen momento para probar su delicioso café local o maravillarte con sus ancestrales bandas de rock. Eso sí, si paseando por sus tupidos parques nacionales te parece ver una pequeña casa en mitad del lago, mejor será que mires para otro lado. Ese lugar no es lo que parece y lo que lo rodea, de lago tiene poco. Es más parecido a otra cosa, más grande, como un océano.

Nota: 9/10

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