Somos lo que dejamos atrás
Por Alejandro Corell

Ya viene siendo costumbre esto de analizar un Call of Duty cada noviembre. Hace exactamente un año nos leíamos hablando de la anterior entrega de esta nueva vuelta de Modern Warfare. Los tiempos no cambian, aunque a la vez son muy distintos. Reconozco que soy muy diferente a mi yo de hace un año, para bien o para mal. El factor personal afecta mucho más de lo que pensamos a la forma con la que recibimos aquello que un juego quiere darnos. De esta manera, el año pasado recorrí los campos de batalla de Modern Warfare II como un refugio, un lugar hostil pero capaz de alejarme de un mundo que no me abría demasiado los brazos.
Hoy, en cambio, he entrado a esta nueva entrega con la mente mucho más calmada, dispuesto únicamente a ver que es lo que se me ponía por delante. Quizá por esto, mi juicio ha sido mucho más crítico, pero no he podido sentir un gran trago agridulce al ir descubriendo cada una de las capas de esta cebolla bélica. La fuerza operativa 141 vuelve a la lucha, contra un desnatado Makarov y ni siquiera queda claro si hablaban en serio cuando dijeron que “nada de ruso.
Empezando por la campaña, ya antes de pulsar el botón de iniciar, arrastraba ciertas dudas al respecto, tras descubrir que la duración de esta podía reducirse a un par de horas. Como una reimaginación de la campaña clásica, Vladimir Makarov ha escapado y amenaza al mundo con llamas y explosiones. Será misión del uno cuatro uno pararle los pies y para ello deberemos intercalar misiones al uso, por donde avanzamos de forma lineal y abrimos agujeros a todo lo que se nos ponga por delante con otras de mapa abierto. Estas, si bien pueden parecer una idea interesante, no tardan en revelarse como versiones descafeinadas de Warzone. Así pues, teniendo un mapa cerrado y varios objetivos que cumplir, nos darán libertad para completarlo a nuestro antojo, mientras looteamos (como en Warzone), nos equipamos armas con distintos niveles de rareza (como en Warzone) o morimos inesperadamente por culpa de un francotirador lejano que lleva media hora siguiendo nuestros pasos (como en Warzone).

Entiendo que el desarrollo de este battle royale ha resultado una inversión titánica por parte de Activision, pero agradecería que no intentaran meterlo con calzador en todas las esquinas. Lo mismo sucede con el modo zombies, una de las variantes más queridas por los fanes de la saga, que abandona las arenas cerradas y llenas de puertas a cambio de un mundo abierto que, adivinad, es otra vez Warzone, pero con zombies. Vais a perdonar el atrevimiento de este redactor, pero me reservo de hablar de este modo en profundidad porque no he aguantado más de una partida. No pasaron ni veinte minutos desde mi aterrizaje y ya estaba completamente seguro de que no quería volver a tocarlo nunca más en mi vida. A mí dame un Kino der Toten y déjame tranquilo, las cosas como son.
Falta hablar del punto estrella de todo Call of Duty, que no es otro que su modo multijugador. Aquí, podría emular el flujo de trabajo de Activision y copiar y pegar mi opinión del año pasado, ya que para esto Modern Warfare III es, a todos los aspectos, el mismo juego que disfrutamos el año pasado. Muchas armas se repiten, la progresión apenas varía y lo único diferente son los nuevos mapas, que son una reconstrucción de los mapas del Modern Warfare II original. Es tal el punto de reciclaje que Modern Warfare III no cuenta en PS5 con su propio apartado para logros, sino que estos aparecen como un submenú dentro de Modern Warfare II.
Desarrollar un juego es muy costoso y no hay nada realmente malo en aprovechar el trabajo previo, sobre todo si este tiene un mínimo de calidad. Pero ofrecer esta versión a precio completo, indudablemente cargada de versiones más caras y cientos de micropagos con total descaro muestra en que posición se encuentra la franquicia ahora mismo. Una gallina de los huevos de oros desgastada, alimentada por sus dueños con la única esperanza de que siga viva un día más, que permita una última reposición, aunque su calidad de vida no sea demasiado buena.

Mentiría si dijera que no me he divertido jugando a Modern Warfare III. He pasado un buen rato, pero podría haber sido muchísimo mejor. Mi yo de hace 11 años, que juntó todos sus ahorros y más para comprarse una copia del Modern Warfare 3 original llegó a su casa con gran ilusión. Si, tras abrir la caja y alimentar su consola con el título, hubiera recibido lo mismo que los jugadores recibimos ahora, se habría replanteado su relación con el dinero, la industria y el capitalismo, no tengo mucha duda.
Nunca es un buen día para la guerra, pero hoy lo es menos para su versión electrónica. Espero que volvamos a cruzarnos por aquí, dentro de un año, para volver a valorar la situación. Espero, sobre todo, que sea mucho mejor y que podamos volver a ilusionarnos, con lo que ha sido o con lo que será. De momento, sigamos jugando y no dejemos que un tropezón nos afecte demasiado. 2023 ha sido, en general, un año increíble para los videojuegos y podemos terminarlo con más sonrisas que lágrimas.
Calificación: 6/10