Reseña: Cuando Frank conoció a Carlitos




Por Sofía Luna Roberts


La historia imaginaria de un joven Frank Sinatra que acude a los consejos artísiticos de un inmenso Carlos Gardel, tiene lugar arriba del escenario y nos invita a que seamos parte del lazo único que se formará entre dos grandes artistas consagrados en el tiempo. Por cuatro únicas semanas, se estará presentando el musical “Cuando Frank conoció a Carlitos” en el Teatro Presidente Alvear, Av. Corrientes 1659.




El telón se abre frente a nosotros y el escenario nos muestra a Carlitos Gardel actuando en la NBC de New York. Mientras se encontraba en su camarín, Frank Sinatra golpea su puerta en busca de un cierto apoyo vital que solamente el Zorzal Criollo podrá ayudarlo. La puesta en escena está ambientada en la New York de los años ’30, la escenografía nos transporta a difrentes ambientes de la trama con una rítmica admirable manteniéndonos atentos a lo largo de toda la obra. Con dirección de Natalia del Castillo y autoría de Raúl López Rossi y Gustavo Manuel González, la historia trata del encuentro único e imaginario entre estos dos personajes cuyas identidades se complementan y se influyen mutuamente para descubrir nuevas perspectivas de la vida.


Oscar Lajad interpreta a Carlitos con gran carisma y vitalidad. Pone el cuerpo y, sobre todo, la voz del optimismo en la obra. Su energía es contagiosa y con un poder nostálgico, que nos palpita en lo más profundo de nuestro sentir argentino. Su visión positiva de la vida crea un fascinante contraste con la personalidad de Frank aportando un interesante equilibrio que se mantiene en el dinamismo de la historia. Alan Madanes se convierte en un joven Frank Sinatra de 19 años que transmite una profunda sensación de vulnerabilidad y esperanza. La evolución del personaje es notable ya que va cobrando confianza en el desarrollo de la pieza. Esto se evidencia en sus movimientos corporales más acentuados y en su indiscutible participación vocal, reforzando cada vez más, las emociones y el sentir en cada nota de sus canciones.


Dichas actuaciones están acompañadas por una orquesta en vivo de doce músicos dirigida por Nicolás Posse. La banda sonora es variada y rica en composiciones brindando un tinte mágico a cada canción que ayuda al desarrollo de los personajes en escena. “Mi Buenos Aires querido”, “Caminito”, “Por una cabeza” son algunos de los temas que se escuchan y vibran en el teatro. Están cuidadosamente integrados en la narrativa reforzando la nostalgia y las emociones de estas melodías tan conmovedores. También la coreografía es otro punto fuerte del musical. Con dirección de Verónica Pecollo, los números son bien ejecutados ya que no sólo impresionan visualmente, sino que también aportan profundidad a la historia a través del movimiento y la expresión corporal por parte de los bailarines. Añaden una dimensión extra a la experiencia teatral que nos sensibiliza aún más como espectadores.


El musical muestra, a través de la relación entre Frank y Carlitos, los dilemas que tienen que ver con la búsqueda de la identidad, la importancia de las segundas oportunidades y la fuerza vital que se necesita para levantarse nuevamente si fallamos en el intento. La obra no sólo entretiene, mediante la jerga del humor criollo, sino que también toca profundamente el corazón del público, ofreciendo una vivencia teatral significativa. Porque más allá del impacto performático, los personajes nos enseñan la importancia de expresar lo que uno siente con la mayor pasión posible y encontrar ese lugar de pertenencia a quien dedicarle nuestras mejores canciones.

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