Crítica: Una vez, un circo


En 1966, en plena Guerra Fría, el Circo Estatal Ruso cruzó la Cortina de Hierro y llegó a la Argentina. Su despliegue de talento y sofisticación en el arte circense asombró a generaciones enteras. Sin embargo, con la caída de la Unión Soviética en los ’90, el circo también se desmoronó. A partir de un archivo inédito y testimonios de aquellos que formaron parte de esa historia, Una vez, un circo reconstruye ese pasado con sensibilidad y profundidad.


Lo que me gustó
Sin dudas, el trabajo de busqueda de archivo por parte de Saula Benavente sobresale, imagenes de Pipo Pescador vendiendo una pepsi sovietica, o la arquitectura que tenian esos circos, que no eran albergados en carpas, sino que tenian su propio edificio, con una estetica imponente. Como lo era todo en esa  epoca de guerra fria. Tambien la  historia de los primeros integrantes del circo que «desertaron»del regimen y se refugiaron en un hotelito de Avenida Corrientes.


Lo que no me gustó
El uso y abuso de animales que hacia  el Circo de Moscú, un sin finde imagenes de explotación animal, leones drogados, monos  llevando de la correa a hipopotamos,en fin, una vidriera de la frialdad con la que los rusos manejaban a sus animales de circo, costumbre que sigue hasta el día de hoy.

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