Reseña: Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro



Por Sofía Luna Roberts

“Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro” no es una obra tradicional y eso se siente desde el primer minuto. No es una historia concreta, ni una narración con principio y fin. La obra pone en escena una selección de cuentos cortos del escritor proponiendo una experiencia escénica íntima y profundamente sensible, que se construye a partir del universo literario de Jorge Luis Borges, pero no desde la lógica de una biografía ni del homenaje clásico. Bajo la dirección de Hanna Schygulla, la puesta despliega una exploración poética en la que Borges es evocado como una presencia fantasmática, casi onírica que habita en los bordes de la memoria y el deseo.



Andrea Bonelli no interpreta a Borges ni cuenta su vida. Lo recuerda, lo imagina, le habla. A veces parece estar sola en escena; otras, acompañada por ese “amigo futuro” que es el Borges que dejó su huella. Su actuación es sutil, sin exageraciones pero con una profundidad emocional que te envuelve. Hay momentos donde lo que dice parece ser más un susurro hacia adentro que un discurso hacia el público.

Uno de los grandes aciertos de la puesta es cómo combina los distintos dispositivos escénicos para construir una narración pluralizada: la palabra actoral convive con la voz en off (a veces en alemán, con acento borgeano), las proyecciones de video aportan capas visuales que expanden la intimidad de lo dicho y la música en vivo (a cargo de Shino Ohnaga en el piano y Cristina Titi Chiappero en el violoncello) le otorga un espesor emocional que va desde lo melancólico hasta lo introspectivo. Incluso el tango como signo borgeano, pero también como marca cultural que le da textura a lo que pasa en escena. Todo esto no está ahí presente para adornar, sino para sumar capas, para hacer que la obra se sienta más como un estado que como una historia.

La escenografía es mínima, pero todo está pensado con precisión: luces tenues, silencios largos, movimientos medidos. No hay nada de más. Es interesante porque el escenario se vuelve un espacio de memoria, una especie de cápsula del tiempo donde los recuerdos se mezclan con las fantasías y los textos con los susurros. Schygulla construye una poética visual donde lo importante no es lo que sucede sino lo que se recuerda, lo que se pierde y lo que permanece.

“Borges y yo” se transforma en una conversación con el propio recuerdo, con lo que no está pero insiste. No busca entretener ni explicar. Es una invitación a entrar en un clima, a escuchar con otros sentidos, a quedarse en lo sutil. El encuentro que sucede en escena con Borges no está solamente en la oralidad de los textos: está en el aire, en la música, en la emoción que te queda cuando salís de la sala.

“Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro” se presenta todos los domingos a las 20 h en el Teatro Hasta Trilce (Maza 177, CABA).

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