Reseña: Don Quijote en el Teatro Colón

Bajo el impulso visionario de Julio Bocca, el Teatro Colón ha presentado una revitalización de «Don Quijote» que trasciende la mera representación para erigirse como un hito en la recuperación del ballet clásico. Esta nueva producción, que ha capturado la atención de la élite cultural de Buenos Aires, se alinea con una línea de trabajo que busca honrar y reinterpretar las obras fundacionales del ballet académico, infundiéndoles una vitalidad contemporánea sin sacrificar la excelencia técnica que define a las grandes tradiciones.


La dirección coreográfica de Silvia Bazilis y Raúl Candal, anclada en la versión seminal de Marius Petipa, es una demostración de erudición y destreza. Su interpretación respeta la estructura y el espíritu originales, mientras que la incorporación de la icónica Variación de las copas de Mikhail Baryshnikov en la Taberna no es un mero adorno, sino un puente que conecta el rigor de la tradición con la innovación de las grandes figuras del ballet mundial. Este diálogo entre épocas y estilos, mediado por la repositora invitada Lorena Fernandez Saez y la producción del Sodre, eleva la obra a una esfera de sofisticación artística que deleita tanto al conocedor como al neófito.
El corazón pulsante de esta producción, sin embargo, es el formidable trabajo del cuerpo de ballet del Teatro Colón. Su cohesión y precisión, su capacidad para ejecutar con una sincronía casi telegráfica las complejidades de la coreografía, son un testimonio de su dedicación y del alto nivel de entrenamiento. No se limitan a ser un telón de fondo para los solistas, sino que se convierten en una fuerza dramática por derecho propio, un coro griego que comenta y amplifica la acción principal. Cada movimiento, cada arabesque, está imbuido de una musicalidad y una intención que demuestran una profunda comprensión del lenguaje coreográfico.


La música de Ludwig Minkus, bajo la magistral batuta de Manuel Coves al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, es el cimiento sonoro de esta proeza. Coves dirige con un pulso enérgico y una sensibilidad que extrae toda la riqueza de la partitura, creando una atmósfera vibrante que impulsa la danza. La sinergia entre la orquesta y los bailarines es palpable, una conversación armoniosa que culmina en un espectáculo total. El diseño de escenografía y vestuario de Hugo Millán, sumado a la iluminación de Pablo Pulido, completa este cuadro de excelencia. La estética visual, que evoca la España quijotesca con un toque de modernidad, no es un mero decorado, sino un elemento integral que contribuye a la narrativa.


En suma, esta producción de «Don Quijote» en el Teatro Colón es más que una simple reposición. Es una declaración de principios artísticos, una afirmación del compromiso del teatro con la preservación y la evolución de una de las formas de arte más sublimes. Es, sobre todo, una celebración del talento inigualable de su cuerpo de ballet, cuya labor incansable y deslumbrante ha elevado esta obra a la categoría de acontecimiento cultural imperdible.

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