En el infierno reina el Rock
Siempre me ha interesado la saga Painkiller. La conocí de pequeño y pese a tratarse de un juego inspirado en Doom y otros títulos similares, donde la sensación de poder al machacar hordas de demonios debía hacerte sentir poderoso, me aterrorizó.

Sí, tenía los recursos para reducir a papilla todo tipo de huestes infernales, pero para ello tenía que mirarlas cara a cara y atravesar los pasillos en los que se escondían. Con este juego desarrollé un apego ansioso, en el cual se peleaban mi atroz miedo por seguir jugando y la curiosidad por ver cual sería la siguiente fase, qué enemigos se cruzarían en mi camino.
Con el tiempo, fui desensibilizándome gracias a este título y a muchos otros y el miedo quedó relegado, bajo una capa espesa de sangre vísceras y huesos machacados. Seguí disfrutando mucho de aquella primera entrega y jugué también las siguientes. No obstante, nunca más volví a sentir una sensación tan agridulce como la que experimenté con mis primeros pasos en aquel juego.
Es por ello que siempre esperé que la saga se reimaginara, con un remake o un reboot donde las tecnologías actuales pudieran volver a hacerme sentir aquel miedo inocente. Por eso mismo me ilusionó escuchar de esta nueva entrega. Bajo el nombre de Painkiller, sin ninguna coletilla, se daba a entender que se trataba de un nuevo inicio para la saga.

Por desgracia, el nuevo título de Anshar Studios no ha respondido a mis súplicas. Por suerte, lo que nos han ofrecido a cambio es más que suficiente para que me quite de la cabeza esa idea durante al menos un tiempo.
Painkiller es una vuelta a las raíces de la franquicia, pero desde un punto totalmente diferente. Volvemos al infierno, volvemos a dar matarile a cientos, sino miles, de demonios. Pero esta vez la historia se esconde debajo de las distintas fases mediante las cuales se compone este roguelite.
Sí, roguelite. En esta ocasión no tenemos una campaña que superar, sino distintos niveles a los que podemos volver una y otra vez, solos o acompañados, en los que vamos a morir muchas veces, mientras progresamos poco a poco y nos hacemos más fuertes. Así que, lanza estacas en mano, nos lanzaremos de lleno a la acción.
Últimamente no juego demasiado a títulos online, por lo que esta idea no me convencía demasiado. Pero bueno, decidí probarlo y no me defraudó. Es importante recalcar que el multijugador en este juego es forzado. Ya sea con otros jugadores o con bots, es necesaria la presencia de los tres personajes que componen cada partida para poder avanzar en esta.

Inspirado en mecánicas como las de Left 4 Dead, algunos de los enemigos que aparecen en el juego, nos atraparán y necesitaremos sí o sí de la ayuda de otro personaje para liberarnos. En caso de que esta se retrase, perderemos todas nuestras vidas.
Con ello, se anima a los jugadores a avanzar en equipo, sin separarse demasiado los unos de los otros. El problema es que, a la vez, el juego pretende que explores todos los recovecos de cada zona, en los cuales encontrarás monedas para las posteriores mejoras y recursos para la propia partida. Normalmente, hay al menos algo para cada uno, pero con las vidas extra, la cosa se convierte en un sálvese quien pueda.
Esta disonancia no encaja demasiado en la forma en la que se desarrollan las partidas. O bien me dejas correr como un loco por todas partes, o me fuerzas a permanecer cerca y a explorar en equipo. De lo contrario, tal y como pasa aquí, termino sintiéndome un perro hiperactivo que da vueltas alrededor de un palo al cual está atado.
Suprimiendo este inconveniente, la movilidad de todos los personajes es cuanto menos, excelente. No podemos esprintar, pero si podemos deslizarnos, utilizar dashes y trepar (un poco) las paredes, si es que no estamos balanceándonos con nuestro gancho. Estarse quieto no es una opción, ya que en todo momento estaremos rodeados de cientos de enemigos, dispuestos a abrirnos en canal.
Teniendo claro que la inspiración vuelve a recaer en Doom, esta vez en Doom Eternal, es fácil comparar ambos títulos y notar como pese a ser bastante bueno, el desarrollo de Painkiller no llega a las mismas cotas de calidad. Quizás el punto donde más lo halla notado es en la vulnerabilidad del personaje.
Como he dicho, estar quieto no es una opción en Painkiller. En todo momento estaremos corriendo, deslizándonos o atravesando los cielos a la vez que vaciamos nuestro cargador. Aun así, por muy frenético que fuese mi desplazamiento, siempre había un golpe que comerse. Un proyectil incansable, un enemigo listo para golpearme o daño ambiental que aparece de repente y que no es muy visible.

Con esto, nuestra vida pasa a convertirse en una cuenta atrás. Si esta se acaba antes de que podamos encontrar curaciones o superar la fase, game over. Si bien durante cada partida encontramos recursos con los que reabastecernos y curarnos en combate, suelen ser insuficientes, sobre todo en dificultades elevadas. A mi parecer, esto podría solucionarse fácilmente con un pequeño escudo recargable, que se encargue de librarnos de esos molestos golpes que no son del todo culpa nuestra, sin tener que suprimirlos de la ecuación.
Junto a estos inconvenientes, el mayor problema del título recae en la progresión, sobre todo en las partidas multijugador. Para mejorar nuestras armas, necesitaremos una moneda que solo se obtiene cuando superamos un nivel. Pese a ir acumulándose al completar cada fase, tenemos que cruzar la línea de meta para recibir todo lo que hemos cosechado.
Painkiller es un juego difícil, por lo que en muchas ocasiones moriremos mucho antes de llegar al final, perdiendo el progreso de los últimos treinta o cuarenta minutos. A esto se le suma que el sistema de matchmaking es bastante inestable y si nos unimos a una partida, las probabilidades de que la conexión se corte antes de terminarla, dejándonos con una mano delante y otra detrás, son bastante elevadas.

Esto nos fuerza a jugar con bots que, si bien son buenos siguiendo al personaje y disparando a todo lo que se pone de por medio, no funcionan demasiado bien siguiendo órdenes, atravesando caminos secretos con botones y plataformas y planteando estrategias para derribar a los enemigos más fuertes. En estos casos, se echa de menos la inteligencia humana, sobre todo de un compañero con el que puedas hablar mientras juegas.
Aún con todo esto, la experiencia jugable de Painkiller es muy divertida y machacar demonios es extremadamente satisfactorio. Cada arma tiene su función y una vez dominadas, todas pueden convertirnos en un adalid de la destrucción.
El título cuenta con suficiente potencial para hacerse un hueco en el medio, siempre que el equipo detrás de este continue añadiendo nuevos mapas y contenido. Frenético, caótico y muy violento, Painkiller es un juego adecuado para soltar toda tu frustración y hundir de nuevo el infierno en un agujero al que nunca debió asomarse.
Calificación: 7/10