Análisis de: Ratchet & Clank: Una dimensión aparte para PC

Por Alejandro Corell


Ratchet ya no sólo atraviesa el espacio y el tiempo, también las plataformas.



El primer juego que compré por decisión propia fue Splinter Cell. Todavía acompañado y vigilado por mi madre, me vi cautivado por aquella portada y sin pensármelo dos veces me acerqué a caja, monedas preparadas y ojos listos para leer el manual en el trayecto de vuelta a casa. Recuerdo aquella primera compra, para la PS2 que teníamos en casa. La recuerdo sobre todo porque fue el día que descubrí que no sólo existía una consola. Al introducir el disco en el lector, un mensaje de error me informaba de la incompatibilidad presente, un rato más tarde, entendí que había comprado un juego de Xbox.
Ante aquella situación, mi madre decidió que todavía no estaba preparado para elegir mis propios videojuegos y, de vuelta a la tienda, se tomó la potestad para aconsejarme en las siguientes decisiones. “Oye, este se ve bonito, el perro que sale en la portada es muy gracioso”. Perro o lombax, poco importaba la morfología, el comentario fue suficiente para que la siguiente vuelta a casa fuera la antesala de la entrada de Ratchet y Clank en mi vida. Desde entonces, he crecido disfrutando de las aventuras de tan improbable duo, a través de todas las consolas de Sony. Algunas mejores, otras más regulares, pero nunca existió la duda, siempre supe que al coger el mando me esperaban largas horas de diversión.
Con la llegada de PS5, uno de los pocos juegos que se presentaban como catálogo inicial de la consola era esta nueva entrega. Ratchet & Clank: Una dimensión aparte aparecía como la vuelta de la saga a nuestras manos. Si bien en la anterior generación también estuvieron presentes, lo hicieron de una forma más anecdótica, con un reboot de la primera entrega, planteado para aprovechar el lanzamiento de su película.



Mis ganas de meterle mano a esta nueva entrega eran grandes, pero los problemas con la distribución y fabricación de consolas de nueva generación impidieron que pudiera hacerme con una en su momento. Ahora, tras varios años desde su llegada, los jugadores de PC podemos entrar por primera vez a esta aventura intergaláctica gracias a su nuevo port para ordenadores, el cual se suma al resto de exclusivos de Sony que siguieron el mismo camino.
Ratchet & Clank empezó como un plataformero con escenas de disparos, pero no tardó demasiadas entregas en apostar más por la pólvora y los casquetes que por las acrobacias imposibles. Esta nueva entrega se corona como el sumun del baleo. El continuo espacio-tiempo pende de un hilo y para salvar el universo una vez más deberemos armarnos con un arsenal gigantesco y enfrentarnos a un nuevo Doctor Nefarius, más poderoso y menos nefarioso.
La nueva incorporación al título serán los portales, presentados en un principio como resultado de la rápida velocidad de carga de los discos duros en estado sólido de las nuevas consolas. Es verdad que en algunos momentos nos llevan a transiciones imposibles en sistemas anteriores, pero más allá de esos instantes, una suerte de cinemáticas interactivas, estos agujeros servirán para desplazarnos unos cuantos metros en el campo de batalla y poco más.



Si bien se trata de una mecánica útil para salir con vida de algunos encuentros frente a las innumerables hordas de enemigos que nos asediarán todo el tiempo, este sistema no suele ser necesario gracias a la frenética movilidad del título, posiblemente la más pulida y disfrutable de toda la saga. Para no morir cada dos por tres, no podremos parar de saltar, deslizarnos, impulsarnos, volar… (introducir aquí todo tipo de desplazamientos). Moverse por los distintos planetas que exploraremos se siente genial, tanto que camufla la falta de calidad en el contenido secundario, que aparece principalmente en forma de coleccionables y objetos escondidos. Pero a quién le importa el fin, si el medio es tan bueno.
Más allá de sus sistemas jugables, estamos ante uno de los mayores exponentes audiovisuales de la generación. Este Ratchet & Clank se ve y se escucha increíble. Es sorprendente como puede sostener el nivel y no explotar por todas partes cada vez que nos sumergimos en una lluvia de explosiones y partículas. Es innegable que el mejor rendimiento es el propio de la consola madre, pero el port de Nixxes ofrece una versión mucho más que digna, que cuenta con una multitud de opciones de configuración gráfica, lo que le permite funcionar en sistemas más modestos (con cuidado, ya que requiere una potencia mínima considerable) de forma fluida, así como ofrecer experiencias técnicamente inmejorables en ordenadores de gama alta. No estamos delante del port mejor desarrollado (esta corona es posiblemente para Spiderman), pero tampoco hay demasiados fallos que echarle en cara.



En conclusión, con Ratchet & Clank: Una dimensión aparte nos encontramos con una más que digna vuelta a la franquicia. Tras una generación sin avances en la trama principal, volver a disfrutar de nuevas aventuras de mi lombax favorito ha sido una experiencia maravillosa. El factor nostalgia es grande, desde luego, pero lo cortés no quita lo valiente y de valentía, tanto animal como máquina tienen mucha.

Calificación 8.5/10

Reseña: Chongos

El chongo de cada día

La palabra Chongo tiene distintos significados en la jerga latinoamericana. Si nos centramos en la región del Río de la Plata, tomando el antiguo lunfardo. tenemos que Chongo deriva del linaje kimbundu, utilizado por los esclavos africanos a finales de siglo XIX, »hombre robusto de buenas condiciones físicas para el trabajo forzado, semental».





La etimología cambia según la época y el chongo se le atribuye al sujeto masculino, viril o »macho» dentro de la comunidad gay, también al amante pasajero para las mujeres o deriva el verbo chonguear, salir de forma casual con alguien. Hernán Cuevas (quien triunfó recientemente en la serie de Netflix División Palermo) nos trae Chongos, una comedia interactiva.



»Está por terminar el año 2003 y en la televisión sucede el clásico de la caja boba, la elección del «míster chongo» de cada año. Este año Mike, «el presentador», nos invita a conocer a los cinco participantes que deberán pasar las pruebas más exigentes para llegar al tan ansiado premio. La coronación como rey significa para cada uno de ellos algo distinto pero muy deseado y harán lo que sea por llegar a su meta». Así se describe la obra dirigida, escrita y protagonizada por Cuevas.



Mauro Angemi, Agustín Sola, Maximiliano Nolasco, Ángel Baez y Santiago Castellano forman parte de estos chongos. Jóvenes hegemónicos que rondan la media de 35 años, morochos argentinos acuerpados, viriles y macanudos que caen en la perfecta definición de la palabra.




Chongos es una comedia interactiva que nos muestra una época decadente (comienzos del 2000) en un certamen artificial donde más que ganar, es demostrar quién es superior al otro. Esta competencia de belleza y presencia nos muestra que los mandatos no han cambiado, veinte años en el futuro, la hegemonía prevalece y sigue creando a más chongos. Los actores muestran toda la onda sobre las tablas, además de ser un colirio visual, son talentosos y encarnan bien el papel que se les otorga.

La obra de Cuevas nos lleva a los sketchs musicales, rompe la cuarta pared y el público forma parte de este concurso de Misters, uno elige quien es el mejor Chongo pero también, participa en esta cosificación intencional. Chongos es una apuesta divertida, refrescante, llena de colirio y testosterona ideal para disfrutar en Av. Corrientes.



Disponible los martes a las 20:30 en el Teatro Picadilly.

Reseña: La segunda muerte de Juan Moreira


Por Sofía Luna Roberts


Los contextos históricos en los cuales se crean las obras de teatro se vuelven fundamentales a la hora de comprender el verdadero mensaje que se encuentra entre los diálogos y las actuaciones de los personajes. Con esto en mente, es interesante saber que de los años 1884 a 1930, en la Argentina comenzó una etapa conocida como la “emancipación cultural”, época en la que se considera como el nacimiento de la primera obra de teatro nacional: “Juan Moreira”, de Eduardo Gutiérrez, creado junto al empresario teatral José Podestá, en 1879. Se trata de un teatro criollista, de un teatro que tiene como objetivo hablar de la identidad del pueblo. “La segunda muerte de Juan Moreira” nos muestra una alternativa cómica que no deja de asombrar. La obra se presenta en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636, CABA) con funciones los domingos a las 17 horas.



Escrita y dirigida por Raúl Brambilla, esta comedia criolla nos transporta hacia el año 1930, días antes de que caiga el golpe de Estado encabezado por el general José Félix Uriburu que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen. La historia trata de un grupo de actores que fueron expulsados del circo al que pertenecen y dan comienzo a su gira independiente representando una única obra: “Juan Moreira”. En el transcurso van atravesando situaciones y controversias internas que los obliga a pensar alternativas para seguir adelante con sus funciones a pesar de los impedimentos por parte de la iglesia y de ellos mismos. Con actuaciones de Leandro Cóccaro, Fernando Caride, Miguel Polizzi, Juan Manuel Romero, Susana Martínez, Paula Rubinsztein, Enrique O’Zanibelli y Fabián Mattos. Ellos les dan vida a los típicos personajes del teatro nacional popular.

Es interesante el nivel de protagonismo que logran todos los personajes, debido a que la construcción de cada uno se destaca por distintas modalidades, gestos o formas en el habla que lo convierten en único e irrepetible. La solidez de estos personajes se ve reflejado también en la solidez de sus creencias y valores con respecto a la identidad nacional. En la historia, la idea de unión y fraternidad está representada por lo que “Juan Moreira” significa para cada uno. En varias ocasiones, ese sentimiento se ve invadido por los personajes que representan a los distintos sistemas que nos rigen como la iglesia, el Estado o la policía. A lo largo de la obra nos damos cuenta de que todos terminamos siendo víctimas de un sistema, al igual que Juan Moreira, y es por esto que se genera un sentimiento de pertenencia entre los personajes produciéndose una rebelión para que cambien las cosas.

En esta mezcla de géneros teatrales que va desde vodevil hasta los aspectos trágicos de lo grotesco, el humor criollo de “La segunda muerte de Juan Moreira” le da el toque especial para causar, en el espectador, un sentido nacional que se refuerza cada vez más. Las costumbres y mandatos pueblerinos dejan en exposición el origen de nuestros valores de hoy en día. Las risas y el asombro son los ingredientes cruciales, en donde la tradición popular de la figura del criollo rebelde desafiando a la autoridad una y otra vez nos anima a involucrarnos y decir al unísono, junto los personajes, “Yo también soy Juan Moreira”.