¿La condición humana todo lo destruirá a cambio de dinero?
Dolor, duelo, venganza, vergüenza, fe, lealtad y honor; todo está en juego en Pandora.

James Cameron, el director más taquillero de la historia del cine, continúa su titánica saga. Avatar: Fuego y cenizas es la tercera entrega, y la mejor hasta el momento, de las cinco películas que el cineasta canadiense tiene planeadas en torno a Jake Sully, la tribu Na’vi y el universo de Pandora.
Fuego y cenizas retoma los sucesos de Avatar: El camino del agua (2022), dándole a cada integrante de la familia Sully un arco con el que lidiar a partir de lo sucedido y con lo que lucharán individualmente con su identidad. Avatar 3 es un blockbuster gigante con todo lo que eso significa, aún así Cameron hace lo que quiere como quiere, y eso está muy bien. Adjetivos grandilocuentes de todos los tamaños y colores para describir la inmersiva experiencia audiovisual que es Avatar en pantalla grande, si amás el cine es una película que hay que ir a ver y disfrutar.
Eso sí, hay cada vez más personajes y cada vez más enmarcados, sin embargo resultan efectivos. Jake Sully (Sam Worthington), Neytiri (Zoe Saldaña), Kiri (Sigourney Weaver), Quaritch (Stephen Lang), Spider (Jack Champion), Lo’ak (Britain Dalton), Tuktirey (Trinity Jo-Li Bliss), Ronal (Kate Winslet), entre otros; pero en especial hay que destacar la gran aparición de Varang (Oona Chaplin) como la estremecedora antagonista del film. Varang es la hipnótica líder chamán del pueblo de la cenizas, en contraposición a los armoniosos y pacifistas pueblos de aire y agua. Revelándose así por primera vez en Pandora un violento clan Na’vi aparentemente olvidado por Eywa, que cargado de odio y resentimiento hacia su tierra y sus pares forma una alianza junto a los humanos para destruir y colonizar su propio mundo con miedo, fuego y armas.
Una densa e importante capa de cgi recubre un gran relato bíblico, y no a modo de una cool referencia que nos hace señalar la pantalla sino como representación simbólica de las historias mil veces contadas porque es importante como humanidad contárnoslas mil veces más, especialmente en el contexto de horizonte incierto en el cual vivimos. Una mesías que nace sin padre, un padre sacrificando a su hijo, un milagro que trae la resurrección de un Lázaro y el edén en la revelación divina de Eywa, entre otras secuencias que destacan al gran equipo de guionistas que escriben toda la saga a partir de la visión de su autor.
No es el qué, es el cómo. Sustancia más estilo. Aliens azules, cgi, 3D, hasta 48 fotogramas por segundo; a los puristas los podría alejar si se dejan llevar por meras etiquetas pero la obra funciona espectacularmente. Sí, ya en la primera secuencia de acción, apenas iniciado el metraje, estaba mareado por las imágenes en movimiento que Avatar intenta y logra dar. Una vez acostumbrado a los vuelos en Pandora, los casi 200 minutos de metraje pasan en un abrir y cerrar de ojos donde en ningún momento el ritmo decae.
Monumentales batallas y persecuciones por cielo, agua y tierra como sólo un gran narrador de la puesta en escena puede dirigir. Hay infinitos lugares en donde poner mal la cámara y sólo uno donde es correcto, Cameron lo hace bien. Ejes temáticos y motivaciones muy claras que llevan la película hacia donde tiene que ir, sin demasiada sorpresa pero es que no tiene por qué tenerlas, el guion abraza lo clásico mientras que las imágenes son las que buscan la innovación.
Avatar Fuego y cenizas es una obra gigante por donde se la observe, eso será bueno para algunos y malo para otros, que los autores cinematográficos sigan filmando las historias que hay que hacer siempre será algo bueno. Película tremendamente recomendada para todo tipo de espectador, de esos eventos cinematográficos que son montañas rusas pero que a su vez no dejan de ser películas. ¡Al cine!
Calificación: 9/10
Por Julián Lloves para La Butaca Web.







