Crítica: Gonzalo Borzino
En medio del bosque de Copahue, al pie del volcán, una niña busca su identidad. Le dicen blanca, le dicen que a quien busca lleva diez años muerta, le dicen que el bosque no la respetará , pero ella sigue. Esta terca muchacha es Yanka (Maite Lanata), quien da sus primeros pasos en el mundo fantástico derivado de la mitología mapuche buscando a su madre desaparecida, pero a quien encontrará realmente es a sí misma. La ultima heredera del linaje Gwen Winkul deberá atravesar una serie de pruebas dispuestas para tratar de detener la furia del dios del fuego Pillán (Leto Dugatkin), habitante del volcán. A su lado irán el duende mentiroso Chucao (Enrique Dumont) y un joven morador del bosque llamado Lihuén (Ezequiel Volpe), quienes la guiaran por su trayecto en esta nueva tierra llena de misterios y trampas.

Siendo la opera prima de Ivan Abello, es fácil notar las raíces culturales que lo inspiraron a elegir los tópicos que aborda. El mismo director confesó “… la primera imagen que se me vino a la cabeza fue un Volcán, y es algo que está impregnado en mi memoria y en mis orígenes, porque mi abuela que es Mapuche, nació al pié del Volcán Lanín junto al Lago Huechulafquen.», por lo que su afinidad a dicho colectivo no es ninguna sorpresa. La película trata de acercar, a un público menor, conceptos e historias que abrazan lo natural y nuestra conexión humana. Una noble misión, que sin embargo se ve negativamente afectada por la performance general, mas es pertinente señalar que las motivaciones detrás de la misma fueron buenas.
Habiendo sido rodada en dos meses, finalizando el proceso el 26 de febrero del 2014 y contando con el auspicio del INCAA y Neuquentur S.E, esta pieza audiovisual centra sus eventos en los paisajes vecinos del volcán Copahue (provincia de Neuquén) dotándolo de una belleza natural que, desafortunadamente, no siempre es aprovechada. Algunos de los planos empleados son angostos y las visiones de bosque atiborradas de contenido. Esto ocurre incluso en los momentos de montaje, limitando uno de los activos mas valioso con los que contaba la película. Otros planos fueron directamente holgazanes, superponiendo la cabeza de un actor sobre la del que está hablando sin ningún motivo aparente.
Según uno de los guionistas «esta es la película con mas efectos especiales del cine argentino» y si esa afirmación es correcta, estamos en problemas. El lector haría bien en recordar la regla «calidad antes que cantidad», pues esta película se llena la boca clamando tener muchos efectos pero la mayoría se quedan a mitad de camino entre una demostración deprimente del potencial local y algo fantásticamente extravagante. No son los efectos de lo grandioso lo que falla, Pillán y su guarida están fabulosamente logrados, sino que los efectos de soporte, las pequeñas cosas que deberían pasar desapercibidas y que son sumamente irritantes a la vista. Por ejemplo, la choza de la mentora espiritual de Yanka tiene unos arboles añadidos digitalmente frente a si, que más que caracterizar el entorno lo hacen parecer una pared pintada.
Otro problema muy notorio a lo largo de la película es la actuación del tipo alienígena. Siendo un largometraje orientado a público infantil, es esperable un cierto nivel de falencias entre los actores mas jóvenes debido a acelerados tiempos de producción y poca familiaridad con el medio. Sin embargo, nos encontramos ante un caso particular debido a que no solo fue la actriz más joven (Maite Lanata) quien dio una actuación desinteresada y sin energía sino que todo el reparto, desde jóvenes a viejos, carecían de orden. Por lo tanto es inferible quela responsabilidad de esta falla no este en el cuerpo actoral, sino en la dirección que no supo aprovechar a las personas que tenía delante. Asimismo, los diálogos que debían interpretar eran demasiado cargosos, sobre explicativos y poco naturales. No obstante, cabe resaltar la divertida interpretación de Kú, el secuaz de Pillán, interpretado por Juan Palomino a quien se lo reconoce por su papel de Nafta Super en Kryptonita (2015). Su actuación fue sumamente disfrutable, como ver a un villano de caricatura viviente, y su vestuario fue, por mucho, el más atractivo.
Finalmente, la temática de la historia se encontraba un poco descentralizada. Si bien se habla del olvido por un lado, desde el evento catalizador donde Yanka cree que su padre se ha olvidado de su madre volviéndose a casar, hasta las exigencias de Pillán que desea volver a ser honrado por el hombre. Ambos casos son caprichos de olvido que se encausan en el rencor y la explosión iracunda, sin embargo el motivo del dios cambia durante la película según a quien le preguntes, siendo algunas veces «bueno y malo a la vez» o colérico porque el hombre uso el fuego para la guerra. La historia no se pone de acuerdo con si misma sobre que es lo que quiere contar y eso se hace notar en el forma en que pasan las escenas, pisándose unas con otras o haciendo que la protagonista tropiece sin un rumbo claro ni aparente, pero sin buscar la imagen de desorientación.
Lamentablemente este es un film que no puedo recomendar, y digo que es lamentable ya que poseía una interesante motivación detrás, además de la inclusión de mitologías poco exploradas. Ni las composiciones de Ruy Folguera, ni los paisajes, ni Juan Palomino pueden salvar una historia tan desorientada, la actuación desinteresada, los efectos repudiables y el aberrante diseño sonoro. Sus problemas son demasiados como para dejarlos pasar y lo mejor que podemos hacer es mirarla hundirse en el eterno olvido obsequiado por el Copahue.
Puntaje: 3/10