«Los genios son incomprendidos en su entorno» pareciera ser lo que se repite para sus adentros Marito (Darío Lopilato), un treintañero que se dice inventor pero que aún no puede conseguir ninguna estabilidad en su vida. Su carencia de responsabilidad será puesta a prueba el día en que sus padres lo dejen solo y, en apenas unas horas, se las arregle para perder los ahorros familiares en un descuido. Influenciado por su mejor amigo Peter (Grego Rossello), intentará recuperar la escueta fortuna familiar, camino que los llevará a conocer a una femme fatale (Luciana Salazar), que los contratará para abrir la bóveda de su tío Hans Müller (Emilio Disi), un millonario que ha quedado incapacitado para donar sus millones a una ONG. Allí, con la sobrina de viaje y el anciano perdido en si mismo, los amigos tendrán la posibilidad de lanzar la fiesta de sus sueños, al mejor estilo norteamericano, a la espera de que se presente, quizás, alguna chica llamada Kimberly.

Viniendo de una carrera de producción (Alejandro Gluz, Ideador original de 100% lucha, el amo de los clones) y de edición (Andrés Tambornino, director de S.O.S. Ex y El descanso), no sería extraño tenerle desconfianza a esta obra dirigida por dos si ninguno reparó en la carencia de estilo del ridículo poster publicitario, tan simplista que resulta insultante a la vista. Esta falta de criterio a la hora de percibir un estilo fílmico extendido a una grafica, se ve evidenciado en el ritmo del film, el cual se torna no intencionalmente extraño, un poco tedioso y hasta repetitivo por momentos. Por ejemplo, la película comienza con un muestrario de claras referencias a películas ochentosas, como Volver al Futuro o Mi Pobre Angelito, pasando incluso a un guiño al estilo de Scott Pilgrim vs the world, pero rápida y prematuramente esta atractiva línea se pierde y nunca más es retomada.
La dupla principal, estelarizada por Lopilato y Rossello, es sin duda lo mejor del metraje. La química entre ellos es adecuada, haciendo un balanceado papel del amigo socialmente extraño pero con los pies sobre la tierra contra su compañero extrovertido pero con la cabeza en las nubes. Esta lucha entre la responsabilidad y el descontrol es lo que lleva a Marito a terminar en todos los problemas en los que se ve envuelto, y es una interesante metáfora de como nuestro entrono nos termina afectando. También resulta interesante el añadido de Chang Sung Kim en el papel del guardia de cuadra que, hacia los últimos momentos de la película, le añade una pizca de bizarrees que le hace mucho bien al desgaste del segundo acto. Asimismo, hace falta hacer mención de Emilio Disi, quien demuestra tener fascinante control gestual y habilidad expresiva para comunicar sin decir palabra. Lamentablemente, el resto de los secundarios no cuentan con una gracia actoral a la altura de los protagónicos, y dan una exposición bastante penosa que acaba, por suerte, en segundo plano.
La historia es propia del patetismo derivado de una película de bañeros, pero con mucho menor presupuesto y cameos. Una serie de chistes que a uno lo hacen fruncir el rostro, oliendo la decadencia de las últimas cinco décadas del cine humorístico argentino, paseándose frente a uno como un camión atmosférico. Cualquier espectador podría percatarse de la insuficiencia en este ámbito del trabajo, es algo quedado en el tiempo y sin tener la decencia de la auto-referencia. Sin embargo, hay que resaltar que algunos chistes, más que nada los relacionados con la dupla principal y su relación manipulador-manipulado, arrancaron alguna que otra risotada en la sala. Da que pensar, sin embargo, cuando uno se percata de que este film fue escrito por cuatro personas.
En un principio podría resultar deprimente pensar que esta película pasará a la historia como la última vez que Emilio Disi provocó risas aunque, analizando su papel y el tipo de humor imperante, quizás no hubiese ninguna otra película que realmente mereciese llevar dicho honor. Por lo demás, y obviando la divertida pareja protagónica, el largometraje resulta agobiante. Da la sensación que detrás de este no hay más que unos desorientados directores metiendo la menor cantidad de presupuesto posible, preguntándose desabridamente «¿Que puede pasar?».
Puntaje: 3.0/10.0
Gonzalo Borzino