Reseña: El principio de la diversidad – Basada en hechos reales

Teatro presencial con protocolos

Por Denise González

El sábado por la noche fue el Multiescena el punto de encuentro para apreciar El principio de la diversidad. La obra, dirigida por Marcelo Cosentino, trata sobre la obra de Alfred Kinsey, un entomólogo estadounidense que se destacó a fines de la década de los cuarenta por su investigación acerca de la sexualidad humana. Su trabajo rondó los comportamientos homosexuales, los inicios de la sexualidad, entre otros puntos clave.

Tal como lo muestra el montaje, el protagonista comienza a estudiar la temática a raíz de los problemas en la intimidad entre él y su esposa. En un contexto de discriminación a la raza negra y una religiosidad envolvente, la sociedad se ve impactada por la información que revela el equipo de Alfred. Lo que nos muestra de cerca el elenco son las alteraciones que transcurren entre los matrimonios y los individuos en sí a raíz de los experimentos encabezados por el científico. Se empiezan a poner en tela de juicio los límites de la perversión y el deseo.

Desde el comienzo de la puesta en escena, se puede percibir el tinte de oscuridad en las voces de los personajes, que manifiestan entre luces y música tensos, los tabúes en los que están inmersos -como decimos en Argentina- de la puerta para adentro al grito de “¡¿Soy normal?!”. Los testimonios se van presentando hacia el público, para después integrarse a protagonizar sus historias. Una a una, se desarrollan e interrelacionan.

Con sus cuotas de humor y osadía, las escenas se suceden con buena cantidad interacciones dinámicas y claras. Debo decir que generan que el espectador se absorba en la trama en un contraste fuerte entre la realidad actual y el viaje al pasado.

Los actores se desenvuelven fluidamente. Me quedo con los cortes repentinos entre la convención con el público y su inmediata introducción en el desarrollo de las escenas: la manera es que entran y salen de la atmósfera que les toca representar es rápida y sin interrupciones, considero que habla de un trabajo refinado de construcción.

Luces, escenografía y vestuarios adecuados en la medida justa a lo que pide la obra. El guion está pensado, y, en mi opinión, exitosamente plasmado, para referirse al público y hacerlo partícipe, para volver a consumirse en la puesta cíclicamente. Claro que es una cuestión de gustos del espectador, para mí un logro y un recurso atrapante.

El final vuelve al principio, con la misma puesta inicial, invitando quizás a preguntarnos: ahora que viste todo esto, ¿soy normal? ¿Es posible responder esta pregunta?

Apta para adultos y adolescentes, la considero una gran opción para compartir una salida de fin de semana entre amantes del teatro y, por qué no, para aquellos que nunca se sumergieron en este mundo, para dar inicio a un recorrido de entretenimiento diferente. Aliento a asistir a ver el espectáculo y llevarse reflexión y diversión, a cambio de un protocolo seguro en todo momento.

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