Por Sofía Luna Roberts
Las obras innovadoras que apuestan por relatos experimentales y puestas en escena de alto impacto, son los verdaderos desafíos y deleites que el teatro independiente nos brinda para un disfrute mayor de la actividad fundamental que nos compete: ir al teatro. Estos juegos alternativos es lo que Emiliano Larea y Gabriel Páez nos prometen al exhibir su pieza teatral “Jíjop”, una obra en constante movimiento, donde sus pasos son dictados en función de un relato fantástico y surrealista permitiendo el despliegue completo de un lenguaje novedoso, en el cual lo físico cobra protagonismo puro. Esta obra se presenta todos los sábados de junio a las 19 hs en el Galpón de Guevara (Guevara 326), en el barrio de Chacarita.

A partir del movimiento y el sonido, la obra nos sumerge en una universo distópico donde se quiere transmitir la historia de un carpintero que fabrica un nuevo muñeco: Jíjop. Éste cobra vida, se reconoce como cuerpo – objeto, comienza a explorar sus acciones mediante el uso de diferentes lenguajes expresivos que dan cuenta de una soltura y destreza actoral muy potente; es así como empieza a tener deseos de conocer el mundo que lo rodea, el mundo que habita. En el trayecto, se encuentra con el rugido de la maquinaria urbana, con el bullicio de las calles y la inminente presencia de la ciudad, que lo atrapa por completo transformándolo en un objeto más del montón que vive en función de la máquina.
El espectáculo tiene como objetivo principal la mixtura, la convivencia de los distintos lenguajes escénicos tales como: el teatro físico, el teatro negro, mascara neutra, las herramientas expresivas de la técnica Le Coq y el lenguaje físico de diversas danzas urbanas que llevarán a los espectadores a un imaginario fantástico compuesto por el actor y bailarían Emiliano Larea y sus performers que lo asisten constantemente. La creación dramática encuentra nuevas maneras de expresarse, la búsqueda de otras formas de relatar las historias propone al espectador un ejercicio de imaginación, en donde nada es concreto pero, al mismo tiempo, el mensaje que nos ofrece es claro como el agua.
La pieza teatral cuenta con un excelente diseño de vestuario y maquillaje: la caracterización de los personajes toma un gran lugar con respecto a lo visual, ya que están construídos al borde de la caricatura y complementan con la historia de una manera fascinante. El intérprete se desplaza por todo el espacio con astucia, con movimientos burlescos, circenses, con acciones casi inhumanas, como si se tratase justamente de un muñeco que es liberado de su encierro eterno. La manipulación de la escenografía, iluminación y la música son precisos y exuberantes para acompañar a Emiliano en su movilidad tanto corporal como espacial. Es a partir del uso sobresaliente de estos elementos que la obra toma forma y logra impactar al público con su indiscutible creatividad.
Jíjop nos cuenta una historia de cómo las tramas de significación que generamos nos transforman, nos movilizan y, sin darnos cuenta, nos alienan en una maquinaria urbana voraz en la que somos movidos y nos obligan a pertenecer. Logra una empatía justa con los espectadores ya que ésta distopía que representa, de pronto, no se siente tan distanciada y lejana a nuestro día a día. El encierro, el dinero, el trabajo, la vida, la felicidad que hay que alcanzar y que nada llega a ser suficiente; es lo que la maquinaria jijopera nos muestra en una espléndida puesta en escena que nos deja con ganas de más.
Jijop: quedé sorprendido por tu crítica Sofía Luna Roberts, aunque ya he leído otras, en realidad la expresión que más le hace justicia a tu análisis es que se trata de una pieza maravillosa.
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