Reseña: Pampa Escarlata

“Pampa escarlata”, la obra ganadora de la Convocatoria Óperas Primas del CC Rojas en 2019, vuelve al teatro en su cuarta temporada.






La historia gira en torno a Mildred Barren, una damisela adinerada de la Inglaterra del siglo XIX. Ella desea ser una gran pintora y por esto toma clases con el reconocido profesor Woodcock, quien continuamente reprueba los paisajes y las naturalezas muertas que la joven caprichosa hace y rehace en su alcoba. Harto ya de tanta nada, Woodcock pone fecha límite a Mildred. De no cambiar la temática de sus pinturas, el profesor abandonará a la joven: “Observe, señorita Barren, que hay mucho para ver. Y en consecuencia, para pintar también. Quizás no tenga que mirar hacia su temido afuera, siquiera. (…) Quiero decir que quizás usted esté dotada de cierto fuego interior que jamás se haya atrevido a expresar. O, peor aún, que usted ni siquiera conozca. Es su última esperanza”. Su última esperanza. Fuego interior. Las palabras de Woodstock quedan resonando y Mildred atraviesa la desesperación creativa de quien no encuentra la respuesta, el motor, el aire nuevo. Su criada Isidra, oriunda de las lejanas Pampas, le prepara una poción reconfortante propia de esas tierras bestiales. He aquí la llave, la salvación a la que Barren se agazapa, el elixir galopante que le enciende el pecho y hace que pincel y lienzo ardan. La imagen inimaginada se apodera de todo, la pintura viva de lo desconocido.

Elementos del gótico, del barroco, del género epistolar, de las novelas de la campiña inglesa, de lo gauchesco. Julián Cnochaert (dramaturgo y director) logra un texto híbrido donde se abordan de forma directa, por momentos, e indirecto, por otros, problemáticas en torno a la originalidad, a la creación, a la apropiación cultural, a la histórica y paradójica lucha entre civilización- barbarie: ambos polos se tocan más de la cuenta e intercambian lugares, no son compartimentos estancos, hay admiración y repulsión desde lo civilizado hacia lo bárbaro (y viceversa). “Pampa Escarlata” abre interrogantes, es una obra de preguntas, una obra que defiende la escena y la ficción como lugar de encuentro y reflexión. Una dramaturgia con un peso literario encantador que se traduce en una puesta imprescindible de la cartelera porteña. Un lenguaje barroco que no por eso deja de lado la acción, todo el tiempo se está en presente a pesar de palabras y palabras y oraciones que se pliegan unas sobre otras. Un texto construido de forma inteligente en todas sus aristas, el trabajo del qué decir está en constante diálogo con el cómo. También allí, en ese cómo, laten las temáticas planteadas, las formas literarias bárbaras- gauchescas rozan, chocan y se abrazan con las civilizadas- europeas.

La constitución de la Nación Argentina fue (¿y es?) compleja. La definición del ser argentino se dio (¿y da?) por comparación, diferenciación y asimilación hacia el interior del propio territorio (disputas internas entre proyectos de país). Pero también esa Nación se construyó (¿y construye?) por comparación, diferenciación y asimilación con ese otro extranjero imperialista que mientras por un lado dobleg(a)ó, por el otro no dej(a)ó de forjar y ser parte de la identidad. Negarlo es desconocer a ese propio ser Nación. Ser argentino es ser un híbrido, un resultado inacabado aún (¿cuándo acaba?) del encuentro complejo entre ese afuera y ese adentro. Como este texto, como “Pampa Escarlata”, como los cuadros de Mildred. “Si los de ajuera fueron los primero’ en configurarno’, que no se entere nadie. Mientchras tanto’, que’esta colección sea el shrecurso natural, la fuente primigenia pa’ propiciar el shrelato fundacional… ¡de la nación Artentina!”, estas son las últimas palabras de Isidra. Mildred Barren pinta a partir del brebaje que viene de las raíces de esa Pampa colonizada, bebe lo profundo de esa tierra sangre escarlata, la damisela que acusa de monstruosa a la otra sin mirar su propio reflejo poseído y vampiresco. En todo caso, ahí reside el todo, en la incapacidad de pronunciarse como un ser de múltiples aristas que a costa de afirmarse desconoce a la otredad incluso en aquello que admira.

En “Pampa Escarlata” los personajes son atroces y sensibles, crueles e inocentes: damisela monstruosa, profesor hipócrita y esnob, criada que se alza con fuerza y toma revancha. Lucía Adúriz se calza los ropajes de la joven débil y deseante de aprobación que termina transformándose en una vampira insaciable y desorbitada por la pócima sudaca y los efectos que ella tiene en su cuerpo. Lo que sucede en escena es admirable. Lucía Adúriz hipnotiza con sus formas del decir, con su construcción hipnotizante de imágenes y corporalidades que responden a las distintas identidades/ posesiones que habitan en ella. Pablo Bronstein es el profesor, también él despliega un abanico expresivo desopilante pasando de la denostación a la admiración por las pinturas de Mildred, su decir es claro y placentero y el manejo corporal que realiza es para aplaudir de pie. Por último Carolina Llargues, Isidra, logra la acumulación energética precisa para estallar en el final de la obra: “Io ia soy pampa, soy adentro, soy fuego y soy estero”, la criada que ya no calla, sus denuncias nacen de las entrañas. Los tres en escena construyen una máquina satírica, dinámica, absurda y siniestra, cargada de humor y épica, donde diálogos y soliloquios adquieren una densidad tan rica que dan ganas de repetir y volver a escuchar.

Hay que nombrar la escenografía (Cecilia Zuvialde) austera con sólo algunos elementos que dan cuenta del cuarto de la damisela. Los cambios de luz (Ricardo Sica) que acompañan las posesiones y construyen distintos espacios sin que sea necesario mudar objetos ni elementos. El vestuario (Paola Delgado) vistoso y representativo de los tipos genéricos de los personajes de la Inglaterra del Siglo XIX. La música (Cecilia Castro) que irrumpe en estos ataques intempestivos en el que el genio creativo se apodera y que también funciona como separador entre los tres grandes momentos de la obra que van dando cuenta del deterioro de la refinada Mildred.

Pintura, música, imagen, texto, expresiones filosas. “Pampa Escarlata” encuentra una nueva forma de tratar el mito de la fundación de la Nación Argentina. La risa, el silencio reflexivo, el público no puede perderse de nada. Teatro brujo. “Tiene moviemento, una beieza atrevida, así de que entra por lo’ ojo y se queda ahí dentro deuno, pero también grande potencia, ciertamente, que siempre se agradece de ver, porque al vershlo, está todo dicho”, eso dice Isidra tímidamente cuando debe dar su opinión sobre el primer cuadro nuevo de Barren. Ahí, quizás, el resumen de todo. “Pampa escarlata”, obra que se agradece de ver, porque al verla, está todo dicho.


“Pampa Escarlata”– Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378)– Viernes 22:30


Ficha Técnica
Autoría y Dirección: Julián Cnochaert
Actúan: Lucía Adúriz, Pablo Bronstein, Carolina Llargues
Diseño de vestuario: Paola Delgado
Diseño de escenografía: Cecilia Zuvialde
Diseño De Sonido: Cecilia Castro
Diseño De Iluminación: Ricardo Sica
Fotografía: Marianela Muniz
Asistencia de dirección: Lucía Gusmán (Luchitron)
Prensa y Producción :Carolina Stegmayer


Escribió: Micaela Steinbach

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