Julio O´Byrne y Leonel Vallejo vuelven al Teatro Payró con su versión de “La muerte de Marguerite Duras” de Eduardo «Tato» Pavlosky.

Un hombre en la soledad de su casa observa la agonía y consecuente muerte de una mosca a quien llama Marguerite Duras. Este hecho se vuelve la llave que abre la puerta al ejercicio de la memoria. Los recuerdos de la infancia, del padre, de aquel verano, del paso del tiempo. Este hombre recibe visitas, son los fantasmas de su pasado quienes llaman a la puerta y van trazando un camino de recuerdos en donde fluye la fantasía, el temor, el odio, el amor. En el hombre, la complejidad del yo y el nosotros, la duda existencial, el miedo y, a la vez, la curiosidad por la muerte y por el qué vendrá.
El texto de Pavlosky enfrenta al ser con la finitud, la banalidad de la muerte de una mosca despierta la consciencia del propio estar. Como uno de los tantos fantasmas que se encuentran con el hombre, Marguerite Duras sobrevuela. Homenaje quizás a la escritora francesa conocida por tratar en su literatura temas como la soledad, el viaje, el infinito, la inmortalidad, lo imposible: “Mirad las arenas muertas del desierto, el cuerpo muerto de los niños: la inmortalidad no pasa por ahí, se detiene y los esquiva”.
La versión que Julio O´Byrne y Leonel Vallejo (actores, directores y productores) realizan es novedosa: aquel hombre está desdoblado, el choque de la propia existencia consigo misma se aborda desde dos cuerpos en escena: “Dos caras de una misma moneda”, dice el programa de mano. La convivencia entre el torturador y la víctima, lo terrenal y lo poético, lo suave y lo duro, el boxeador y el actor.
El ritmo que logra el dúo es dinámico. Soliloquios que se combinan con diálogos vertiginosos, momentos de risa y otros de angustia sepulcral. Es para aplaudir la versatilidad corporal y vocal de ambos a la hora de encarnar la identidad desdoblada del protagonista, así como los múltiples fantasmas que irrumpen. Química grupal, funcionamiento colectivo. ¿Qué será que “funcione”? Quizás esa magia que mantiene al público activo repensando(se), reflexionando(se), siguiendo los recuerdos de un hombre que también hablan de la memoria del país.
El espacio (Facundo Veiras) está ocupado por dos sillas, un perchero y un proyector de diapositivas. El vestuario (Facundo Veiras) es funcional a la construcción de las diferencias que separan (¿o unen?) a las partes de ese yo. Todos estos elementos sitúan al protagonista en la década del ’70. La música original (Pablo Luna) actúa como separador de escenas. Cabe mencionar también al diseño lumínico (Miguel Ángel Madrid) en el que los espacios del sueño y de la fantasía se construyen en contraposición con la realidad mundana y solitaria.
Julio O´Byrne y Leonel Vallejo han logrado un (no)monólogo que demuestra que el texto de Pavlosky sigue vigente, que los temas que en él se abordan son actualizables al infinito, que la memoria es acción necesaria y que el teatro como espacio de juego, renovación, reflexión y diálogo sigue produciendo eso: el encuentro con un otro, con el presente, con la historia y con el propio ser.
“La muerte de MArguerite Duras”– Jueves 20hs– Teatro Payró (San Martín 766)
Escribió: Micaela Steinbach