Sifu nos cuenta la historia de un joven aprendiz de artes marciales, que puede ser chico o chica según elijamos, el cual ve cómo su padre muere mientras intenta defender su casa de unos invasores algo familiares. No sabemos exactamente qué buscaban o cuál es su relación, pero sí que queremos vengarnos.

8 años después, ya como adultos y con todos los fundamentos del kung-fu aprendidos, nos lanzamos a una aventura que dura una noche entera, en la que hemos de encontrar a los 5 líderes que orquestaron esa matanza y acabar con ellos. Comenzamos a jugar con 20 años y hemos de superar cinco grandes zonas. Al final de cada una de ellas, nos espera el correspondiente jefe final.
En su superficie, Sifu es un beat ‘em up al estilo de clásicos como Streets of Rage o Final Fight, pero tridimensional. Con solo un par de botones, podemos lanzar toda clase de golpes a los matones que nos van saliendo al paso, pero en seguida nos damos cuenta de que hay mucho más por descubrir. Lo primero que llama la atención es que el juego tiene una dificultad muy alta desde el principio. Y es aquí no podemos aporrear botones para ver qué sale. Este es un juego de pelea muy técnico, en el que debemos estar totalmente concentrados para saber cuándo bloquear, fintar o alejarnos.

Para entenderlo mejor, hay que conocer la disposición de botones. Tenemos uno de ataque ligero y otro de ataque fuerte, que lógicamente podemos combinar para hacer toda clase de combos. Otro botón sirve para tomar armas o bien para atacar a un enemigo caído. En los gatillos está la clave, uno de ellos sirve para alejarnos, pero lo fundamental está en el que usamos para protegernos. Si lo dejamos presionado y pulsamos una dirección en el momento justo, podremos esquivar un golpe, lo cual es fundamental. Estas esquivas son cruciales en los duelos contra los jefes finales y enemigos complicados. Como en las artes marciales de verdad, tenemos que respirar hondo, enfrentarnos al rival, esquivar con precisión sus ataques y aguardar al momento justo en que baje la guardia para contraatacar.
A base de combinar esquivas, cobertura y huida llegamos a romper la defensa del rival, lo que lo puede dejar indefenso por unos momentos. Si le queda poca salud, se nos instará a usar un ataque final demoledor, pulsando dos botones a la vez. Estos ataques no solo son espectaculares, sino que además hacen que recuperemos una pequeña porción de salud. De hecho, salvo unas pequeñas excepciones, esta es la única forma de sanarnos que nos da el juego, por lo que hay que saber aprovecharla. Si encadenamos más de un enemigo caído, el héroe estará «on fire» y eliminará a los siguientes con menos golpes. Además de nuestra barra de salud, tenemos una barra de concentración que se va llenando a medida que golpeamos y, una vez llena, permite ejecutar en momentos clave ataques especiales imparables, como un barrido que tumbe al enemigo o un «piquete de ojos», que lo atonte por un momento.

Por último, tenemos una barra de equilibrio, que se llena a medida que recibimos golpes. Si esta llega a saturarse, nuestro personaje se tambaleará y quedará a merced de los malos, así que es prudente alejarse de vez en cuando para que el equilibrio se restaure solo. Aunque nuestros puños y patadas son cruciales, también iremos encontrando armas que dan pie a movimientos únicos y causan más daño, como bastones, armas blancas u objetos de un solo uso tales como botellas. Podemos usarlas en el cuerpo a cuerpo o bien arrojarlas para golpear por sorpresa. Todo esto ya hace que los combates tengan mucha miga de por sí, pero aún no hemos entrado en el aspecto más original de Sifu: el envejecimiento. Si nos golpean demasiado, nuestro personaje muere, pero podemos hacer que resucite en el mismo sitio gracias a un misterioso poder.
El precio a pagar es que el héroe envejece cada vez que resucita. La primera vez, solo envejecemos un año, así que pasamos de los 20 a los 21. Pero si nos matan de nuevo, envejeceremos 2 años más. Si nos matan de nuevo, envejeceremos 3 años. Cada vez que iniciamos una nueva decena, no solo cambia nuestro aspecto, sino que pasamos a hacer más daño con cada golpe, pero nosotros tendremos menos barra de salud. Si llegamos a los 70 años, la siguiente muerte será la última y tendremos que reiniciar el nivel.

Hay ciertos «trucos» para evitar nuestro envejecimiento. Por un lado, si después de morir conseguimos acabar con enemigos clave, reduciremos el contador de muertes. Así, si estaba «previsto» que con la siguiente muerte envejeciéramos dos años, pero conseguimos una victoria clave, con la siguiente muerte envejeceremos solo un año.
Cada vez que empezamos un nuevo escenario, arrancamos con la edad con la que acabamos el anterior. Así, si superamos la primera fase con 60 años, nos tocará arrancar la segunda siendo ya unos adultos mayores. Pero claro, si morimos de viejos o directamente abandonamos, al volver a entrar en ese nivel empezaríamos con esos 60 años, no con más. Siempre empezamos con la edad más joven con la que hayamos llegado al nivel.
Hay un factor extra que da aún más juego: nuestro tablón de pistas. El héroe quiere averiguar qué pasó en realidad hace 8 años, así que va recogiendo pistas como cartas o folletos en los niveles, que automáticamente quedan reflejados en el tablón. Lo que esté en el tablón permanece siempre, aunque muramos.
Esto es importante, porque en ese tablón podemos añadir algunas llaves o tarjetas que nos den acceso a rutas alternativas del nivel, las cuales suelen ser más rápidas. Así, puede que nos vengan avanzar mucho en el nivel, aunque acabemos siendo muy viejos, porque quizá desbloqueemos una ruta más cómoda que podamos seguir luego, siendo más jóvenes.
Los niveles de Sifu también esconden algunas estatuillas de dragón. Podemos usar cada una solo una vez y, al hacerlo, ganamos el derecho a desbloquear mejoras que se apliquen hasta que muramos definitivamente: más daño con las armas, más capacidad de concentración. Para poderlas desbloquear, necesitamos un número de puntos de experiencia, de puntos en general o incluso tener una edad determinada. Si somos demasiado viejos, no podremos desbloquear algunas ventajas. Ya lo veis, este juego de lucha hilar muy fino hasta en las ventajas que nos da.
En esas mismas estatuillas o cada vez que nos matan, podemos invertir los puntos de experiencia en aprender nuevos movimientos: un ataque cargado, combos nuevos de puños y patadas. Algunos son extremadamente útiles, pero si nos matan, los perderemos. La única solución es gastar su precio multiplicado por 6, lo que los desbloqueará permanentemente.
Llegados a este punto, tendrás claro que Sifu no es el típico juego de peleas. Tiene normas muy estrictas, que una vez bien entendidas os pueden facilitar bastante la vida. Pero lo más probable es que al principio el juego les resulte extremadamente frustrante. Tiene combates muy, muy duros y seguramente se queden pasmados más de una vez al ver cómo envejeces sin parar, sin que te de tiempo de conectar más de un par de golpes.

Conclusión
Sifu es un juego que merece muchísimo la pena. Al igual que en las viejas películas asiáticas de artes marciales o en su anime favorito, puede que al principio crean que los retos son imposibles, pero a base de observar, perseverar y saber cuándo hacer cada cosa, mejoraran casi sin darse cuenta. Tanto es así que, cuando ya hayan superado algunos niveles y vuelvan al primero, se sorprenderán de lo fácil que resulta algo que parecía inabarcable antes. Es, en definitiva, un sorprendente placer visual en muchos momentos, gracias en buena medida a los juegos de cámaras y a unos movimientos de lucha apabullantes, que nos hacen creernos el mismísimo Bruce Lee.
Calificación 9/10