Por Agustín Arosa
Las comedias de Molière ofrecen una atractiva y tensa propuesta: a la vez que son manoseadas por un abuso argumental también brindan la posibilidad de investigación sobre la actuación. Parece que siempre prevalecen algunos desafíos perversos: desde el laboratorio para revivir el clásico y crear una metáfora del presente a la profanación que exhibe sus restos en cierto lenguaje como victoria. Lo que nos empuja al clásico es materia de buenas reflexiones. En este caso, “El enfermo imaginario” espectáculo creado por espectáculo creado por el Centre Dramatique National Nancy – Lorraine, La Manufacture / TNS – Théâtre National de Strasbourg / Théâtre de Liège / Célestins, Théâtre de Lyon , ofrece una divertida mirada.
Lejos de prometer abundancia dramática, la pieza nos devuelve algo de la comedia clásica molieresca: la experticia actoral. En todo momento lxs actores hacen gala de su pericia para el manejo del ritmo y el histrionismo; aun no estando en español los cuerpos convocan a la comedia. No hacen falta entonces grandes decorados, suntuosos vestuarios ni intertextualidades pretensiosas: Molière, lxs actores y el espacio bastan.
Es de destacar el tratamiento musical de la obra, donde toda micro-performance a su interior hace de los rituales, las operetas y los cánticos un show en sí mismo. Esas partes que las versiones actuales suelen recortar, constituyen en esta obra el gran lazzi.
“El enfermo imaginario” de Molière, presentada en el San Martín, es una buena oportunidad para des-exigir los clásicos y aun llevarse una grata experiencia.