Golden Light: Un análisis atípico para un juego bastante peculiar.

Juego analizado en PC con un código de revisión por Daneel Games.

Por Alejandro Corell

Lunes.
Las tripas se la han llevado, a lo más profundo de su ser. Su sonrisa ya no está, sólo quedan platos sin fregar y sábanas deshechas. Tengo que ir a por ella. Tengo que dejarme caer. Miro al agujero, y sé que él también me está mirando, me sonríe, no, se ríe. Todo es una broma, una de mal gusto. Me dejo caer, deslizando por tripas y pellejo. Todo es frio, húmedo, pero me quema.


Martes.
Estoy en mi oficina. Realmente no, pero entre estas indeterminadas cajoneras y mesas separadas puedo sentirme todo lo en casa que ese lugar infernal me hacía sentir cada día, de ocho a cuatro. Ya no puedo salir de su juego. ¿El objetivo? Buscar las llaves que abren el ascensor, lo más rápido posible. No estoy solo. Él manda a sus cosas a por mí. Se esconden en todo lo que parece familiar; mesas, máquinas expendedoras, libros… esperan para atacar, o se mantienen inmóviles, paralizados de miedo. Nadie está disfrutando de esta situación.

Miércoles.
He visto un mapa. O bueno, él me ha visto a mí. No estoy acostumbrado a localizarme sobre algo tan orgánico. Pero parece más apetitoso que el papel normal. Me pregunto sí…
No le ha gustado. Al masticar y tragar esa carne le he hecho daño, el mismo que cuando golpeo a una de sus criaturas. Si las mato, se enfada y envía más, pero si se enfada, es porque le duele. Me gusta que le duela, que pague por lo que ha hecho.
No dejo de descender, piso a piso, zona a zona. Cada vez que me detengo, esas cosas me atrapan, y vuelvo a empezar. Pero no empiezo de cero, sino desde más abajo, y subo, o desde más arriba, y bajo. No sé cuanto queda. Las cosas cambian, en el piso anterior una manzana me hizo sentir más fuerte. En este piso saben a ceniza y sangre, vomité sobre una máquina de escribir que resultó ser un amasijo de carne, no se movió.


Jueves.
Luchar no merece la pena, huir es la mejor opción. Por más cosas que machaque, siguen viniendo, más enfadadas. Si corro sin parar puedo bajar más pisos, pese a que el ardor de mis pulmones me diga que no es tan buena idea. Escapo de la misma forma que escapaba de mis problemas, intentando no mirarlos. Acabo de comerme una escopeta, me siento más ligero. Creo que estoy más cerca del final. Antes de bajar he paseado por la zona de arriba, que también está abajo. Si tengo dinero puedo gastarlo para intentar alargar mi supervivencia. Cambié mis manos por unas de metal, ahora esos puñetazos le resultarán más dolorosos.

Viernes.
He continuado bajando, pero ya no recuerdo el por qué. La buscaba a ella, él se la llevó. ¿Pero me la quitó de verdad? ¿O se fue por que quiso? ¿Quién iba a querer estar conmigo?
Me odio, de la misma forma que odio a las tripas, que me castigan continuamente, pero menos de lo que me castigo a mí mismo. A lo mejor ella sólo quería escapar. De mí, de nuestra vida. A lo mejor este agujero de carne es más acogedor que nuestro agujero de cemento, donde los golpes no eran físicos, pero dolían igual.



Sábado.
Hoy he bajado mucho más de lo habitual. Recubrí mi pistola de tripas de oro, y los puñetazos de mi mano libre devolvían munición. Yippie Yah Yei bastardos, voy a por vosotros. En los pisos más profundos ya apenas hay muebles, todo es carne. No sé si me gusta más. No tengo miedo, las tripas están muy enfadadas y no paran de enviar más enemigos, pero soy capaz de despacharlos a todos. Voy a bajar hasta que no quede nada de mí. Voy a por ti.



Domingo.
El domingo era mi día favorito. Sin trabajo, sin madrugar. Todo el día para mí. Pero si me esfuerzo en recordar lo que más destaca es una sensación de volatilidad. Será domingo si, pero el lunes se asoma. La vuelta a la oficina, a madrugar. Un pequeño oasis de tiempo para recordar lo rápido que se acaba. Y vuelta a empezar. Y vuelta al domingo, tostadas y café, llorar por la noche.
En las tripas no hay domingos, ni tampoco lunes, todos los días son malos, pero lo prefiero así. No tengo que preocuparme si se acaba lo bueno. Quizás las tripas no sean tan malas. Quizás deba dejar todo atrás. Quizás deba quedarme aquí, para siempre. O para nunca.

Calificación: 7/10.

Deja un comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s