Reseña: Onegin

Onegin en Ballet

En la temporada Ópera y Ballet, el Teatro Colón tiene el agrado de mostrar piezas poco conocidas dentro de la cartelera clásica. Dentro de las mismas destacan las reversiones de óperas y novelas llevadas al Ballet, las cuales se destacan por su nivel de interpretación y solemnidad.

Durante los primeros 11 días de septiembre, El Teatro Colón presentó Onegin, ballet alemán presentado por primera vez por el sudafricano John Cranko en 1965 en Sttugart. 

Onegin está basado en la novela  de Alexander Pushkin‘s (1825-1832) Eugene Onegin, con música de Pyotr Ilyich Tchaikovsky  y arreglos de Kurt-Heinz Stolze

Junto a la dirección de Mario Galizzi, encargado del Ballet estable del Colón. Tara Simonic, directora musical estadounidense encargada  por esta vez de La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Diseño de escenografía por el gran Pier Luigi Samaritani y vestuario original de Roberta Guidi di Bagno, se presentó esta pieza.

Con una composición de seis escenarios y tres actos, el Ballet estable acompaña a los bailarines principales  del ballet de Stuttgart  Martí Paixà y Elisa Badenes.

Galizzi coordina a los bailarines con delicadeza y minuciosidad, estos van a transitar en grupo o parejas en el escenario de  Samaritani, el cual crea el efecto de ilusión óptica con el uso de espejos, tridimensionalidad con el uso de decorados y luces. Pasamos de exteriores e interiores durante los entreactos, colocando principal atención  a la transición de los bailarines en la misma.

El vestuario de Guidi di Bagno se pasea entre lo clásico y moderno, dando importancia a representar a la aristocracia rusa en sus trajes, también la sensualidad enfocada en los momentos en solitario de la pareja protagonista, siendo el escenario escogido los interiores del palacio.

La música de Tchaikovsky dirigida por Tara Simonic sabe cómo trascender a cada butaca del teatro, estando sus vals presentes no solo en los pasos de los bailarines, sino estando estos clásicos  en nuestra memoria colectiva.

Onegin se hace una experiencia más que audiovisual, sensorial. La gran puesta en escena y el ballet estable provocan suspiros y pupilas dilatadas entre la delicadeza, el asombro y la magia que desprende esta obra.

Onegin es inolvidable.

Escribió Sebastián Arismendi para La Butaca Web.

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