La palabra que contagia
“La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus” comienza su segunda temporada en el Camarín de las Musas, a partir del viernes 3 de febrero.

Un hombre vive con su loro en una casa aislada del resto del mundo. Allí se dedica a terminar la tesis para graduarse como “Filólogo u Hombre de Letras”. Hace ya 24 años que escribe e investiga en torno a la afirmación de William Burroughs: “el lenguaje es un virus”. Entre esas cuatro paredes el hombre evoca recuerdos, reflexiona, habla con su loro, transita, quizás, el momento más esperado de su vida.
Cuatro manos son las que escribieron esta obra, Gabriel Wolf y Diego Carreño. Ambos autores ya habían trabajado en otros espectáculos juntos, como “Digital Mambo” u “Hombres Delay”. En el caso de “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”, el proceso de escritura se basó en los posteos de Facebook de Gabriel Wolf en los que con humor e ironía abordaba los usos cotidianos del lenguaje. Estas publicaciones entraron en contacto con la escritura de Carreño y así ambos autores dieron lugar a este texto que se ríe de la palabra a través de la palabra. Desde la reflexión seria se llega al humor descarnado al exponer los vicios y usos de la lengua en el habla cotidiana y la tradición. Se analizan canciones populares, frases, moralejas, figuras retóricas. Resuenan Les Luthiers y Leo Masliah. Es interesante el hilo conductor que encontraron Wolf y Carreño para amalgamar los posteos del primero y alcanzar la unidad y consistencia que tiene la obra.
Carreño es quien interpreta a este hombre solitario acompañado sólo y solamente por sus recuerdos, sus anécdotas y su loro, amigo, confidente y consultor. El manejo del tiempo y del histrionismo, las pausas, los gags, las mutaciones de la voz, la expresión facial, la actuación de Carreño da cuerpo y potencia al texto que ya de por sí es puro juego.
La escenografía (Marcos Aquistapace) busca que el centro de atención sea la palabra. En la recreación minimalista de la casa, los pocos objetos remiten todos a la escritura de la tesis y al trabajo sobre el lenguaje: papeles colgados en la pared, libros. Llama la atención la ausencia de elementos tecnológicos actuales, sólo se usan una máquina de escribir, un tocadiscos y un contestador automático. Los momentos de reflexión, de explicación y de raconto de anécdotas cambian la espacialidad y el clima de estudio y encierro; por momentos, el cuarto parece transformarse en un aula desde donde el “casi Filólogo u Hombre de Letras” expone sus afirmaciones. Con todo esto, la escenografía logra generar que lo familiar y conocido sea a la vez extraño y distante, un tiempo cercano y lejano, una espacialidad enrarecida. En este mismo sentido, es para resaltar el diseño lumínico, a cargo de Leandra Rodríguez Adea.
Pasajes ingeniosos, cacofonías, asociaciones, palabras mal dichas. La risa del público se adueña de la sala desde el primer minuto. El humor nace entre las grietas de un discurso que aparenta ser serio, pero que esconde la puesta en ridículo de sí mismo. Durante una hora el centro de atención es la reflexión sobre la palabra, sin por eso descuidar al resto de los elementos escénicos. “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus” es una obra sensible, dinámica y atrapante que trabaja el lenguaje y lo hace chocar. La palabra contagia, como un virus, la risa, la reflexión y la emoción.
“La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”- Viernes 22:30hs/ El camarín de las musas (Mario Bravo 960)
Escribió: Micaela Steinbach