Crítica: Amor, mentiras y sangre

Por Guillermo Veron



Con la llegada de su ópera prima: «Saint Maud», se notaba que tenía una forma particular de hacer cine. Al haber conseguido el apoyo de A24 su nombre empezó a sonar en varios lados y todos esperarían su próximo trabajo.


Sorprendió más cuando su reparto iba a estar estelarizado por Kristen Stewart y la actriz en ascenso: Katy O’Brian.
Me parece excesivo el odio que tiene que soportar la protagonista de la saga «Crepúsculo». Está claro que no es Meryl Streep ni Glenn Close pero hay miles de actrices verdaderamente inexpresivas. Además todos recurren a los mismos «argumentos» a la hora de criticarla cuando de que en realidad se nota que no han visto muchos de sus trabajos. Simplemente se suben al tren del ‘hate’ para formar parte de un grupo.
¿Este rol logrará mejorar su carrera a la vista de los que la detestan?

Lou trabaja manejando un gimnasio que en realidad le pertenece a su padre. Se reparte entre eso y cuidar a su hermana de su marido golpeador. Cuando conozca a Jackie, una joven fisicoculturista de la que se enamora, descubrirá un mundo lleno de mentiras; más de las que creía saber.

Arrancaré con lo que menos me gustó que es el final. Construye con mucha solidez el universo de ambas protagonistas y hasta con ciertos aspectos inverosímiles logra una lógica que pretende explotar. Sin embargo los últimos veinte minutos no funcionan como deberían.
¿Eso la hace mala?  Para nada. Porque como ya dije el relato está bien construido y la química de las chicas sostiene todo el film.
No faltará quien acuse de «progre» y «agenda 2030» a esta película. Si no pudiste ver las estupideces (en el buen sentido) que cometen el dúo principal definitivamente tenés el cerebro lavado. Diría que todos están geniales pero Kristen y Katy son una deliciosa pareja, absolutamente creíble. Hasta en la toxicidad que emanan por sus poros.


Las escenas sórdidas parecen salidas de la mente de los Cronenberg (padre e hijo) le dan ese toque de terror del que siempre está presente en lo que hace la directora y guionista. La ambientación y la fotografía te transporta a fines de los ochenta. Los colores, las sombras y esos contrastes que son típicos de esos momentos.


La música de Clint Mansell (que compuso casi todas las bandas sonoras de Darren Aronofsky) sumerge aún más en ese ambiente de gimnasios, músculos y sexo. Se nota la influencia de muchas partituras de esa década. Si logras que el final te guste claramente la disfrutarás más que yo.
Habrá quienes sangren por esta peli, otros la amarán. Yo no les voy a mentir; todo lo que dije es cierto.

Calificación 7/10

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