Por Agustín Villegas
El perdón como catarsis definitiva.
El cine nacional obtiene un triunfo con éste film de Rodrigo Fernández Engler, quien empuja a Mariano Martinez fuera de su zona de confort mandándolo a un terreno complejo como lo es el drama. Éste drama político recorre muy en primera persona el vicio de la ambición y como la posibilidad puede llevarnos a querer saltar a nuestros socios definitivos, nuestra familia. El mensaje de la película es claro y no se anda con vueltas, una historia nivelada que saca provecho de todo lo que tiene en su haber de elementos.

La película adapta la parabola bíblica de Jesús conocida como EL HIJO PRÓDIGO, la cual se encuentra en el evangelio según el apóstol Lucas. En ella el más joven de dos hermanos le pide su parte de la herencia a su padre para irse de joda a tierras lejanas, claro que el chiste no dura mucho y el flaco termina limpiando letrinas de chanchos para uno de los pueblerinos. Tras meses de trabajo sucio el protagonista de la moraleja vuelve con su padre, quien lo recibe y lo perdona diciendo que, tras su tropiezo, el es un hombre cambiado. La película usa de forma inteligente el concepto de la historia y lo trae a la contemporaneidad cambiando y agregando elementos que le brinden al guión mas complejidad. El personaje de Mariano Martinez, Máximo Ferradas, convence a su padre Francisco (Jorge Marrale) de vender la empresa pesquera familiar (en la que el es socio y abogado privado) a los norteamericanos. Su hermano mayor Dario (Sergio Surraca) sospecha de que su hermano se beneficio del trato, ya que apenas cobran el dinero éste se lo pide a su padre y se embarca a vivir la vida. Máximo llega a un pueblo costero a firmar unos documentos relacionados con la venta de la empresa y la ambición que surgió en el momento que convenció a su padre de la venta se convierte en metástasis y decide invertir en un negocio turbio que le ofrece un turbio poderoso local conocido como Caviedes, interpretado magistralmente por Arturo Puig. La cosa termina yendose al pasto y considerando el material de referencia mas o menos pueden saber para donde va la historia.
La historia se niega a caer en el cliche del millonario fiestero convertido, de ser así estaríamos ante un live action de Isodoro Cañones, sino que cambia la joda por sed de poder, una decisión radical que sirve para que el mensaje de perdón y redención tenga una connotación mas colosal. Las actuaciones estan excelentes, hasta el acartonado Mariano Martinez queda bien en el rol asignado, su tibieza y mirada muerta va perfecto con lo que se esta queriendo contar.
A nivel visual estamos con una película que de forma discreta apunta a donde tiene que apuntar, con unos planos bien seleccionados y una estética cruda repleta de entornos naturales se puede palpar la garra del equipo de producción. La época del año que eligieron para rodar en la costa argentina fue un claro desafío que debe tenerse en cuenta para valorar el resultado final.
YO, TRAIDOR es una película que prueba mí teoría de que el cine argentino esta pasando por un gran momento, un drama político oscuro y crudo que no se asusta en darnos una visión positiva de la desgracia y la tragedia de las malas decisiones.
Calificación 8/10