La ardua tarea de unir los fragmentos
En el espacio de investigación teatral “El Brío”, Ignacio Torres dirige una obra de su propia autoría que se exilia en un futuro cercano de Argentina, cuestionando el verdadero carácter que guarda una distopía.

En lo que simula ser un living corriente, una pareja vive los primeros momentos del fin de su relación. Sumido en la interacción de sus redes sociales, el trabajo de Gael consiste en postear sus mejores caídas, que comparten miles de seguidores, incluyendo una adolescente aimara y k-popera, que se vuelve su fan número uno. Intrincadamente, se cuela en la historia de la pareja, el vínculo desgastado de los padres de Gael, más que nada el del padre, quien se ve atacado y repudiado por su voto en contra de una ley que permite adoptar hijos por medio de aplicaciones. Mientras los intérpretes se rozan desinteresadamente entre ellos, el espacio del living parece no verse afectado por ninguna de las acciones que los personajes puedan cometer. Como una casa fantasma, “Cosa hecha” se vuelve un título que calza perfectamente para esta comedia de desencuentros, como un enredo desilusionado que viene a espejar lo superficial de nuestros vínculos y lo ajeno de nuestros deseos.
Los objetos se mueven en el espacio como si nadie los manipulara: los vasos de cerveza quedan intactos, los retratos familiares ausentes y los muebles vacíos. Los distintos escenarios se cruzan pero no se tocan: entre la pareja y los suegros las conversaciones parecen pender de un hilo, atravesadas por un dispositivo que, implícitamente, se sobreentiende ya que está allí, pero no se ve en escena. La tecnología atraviesa toda la obra pero sin embargo sólo se puede ver un teléfono, y de alguna manera el universo que Ignacio Torres elabora deja en las butacas un peso que ahonda tanto en el cuerpo de los intérpretes como en el del público. En una época llevada al límite, donde la comunicación masiva desencadena un efecto globalizador, la desconexión sensible se percibe como un duelo constante. Todo gira alrededor de una crisis de pareja no muy distinta a la de nuestro presente cotidiano: amores desaforados y odios viscerales. Pero, de alguna forma, en el silencio del escenario se percibe una problemática más subyacente todavía, un conflicto emocional que se teje en cada personaje como un cortocircuito sensible. El teléfono constantemente suena, pero nadie se atreve a atenderlo.
Asimismo, la obra se permite tomar un color precioso con el choque de referencias: entre la música k-pop, la política partidaria, las cerezas y las redes sociales, “Cosa hecha” mezcla universos de manera avasallante. En ese espacio tan minimalista y vacío, una avalancha cultural se come toda la escena, en lo que se percibe como un absurdo retrato de nuestra época posmoderna, la integración de un todo que se vuelve cada vez más fragmentado. Sin embargo, no se dibuja un tono solemne en el relato que representa la obra, sino que se permite la intromisión de risas cómplices entre el bruto reflejo de nuestra propia comedia. Un tinte absurdo atraviesa la pieza por completo: una mujer que pretende traer a su marido de vuelta en sí con el cultivo de cerezas, un político que se refugia en su nuevo perro para no enfrentar los ataques del exterior y una adolescente que sueña con ser una estrella con tal de no hablar sobre su mamá. “Cosa hecha” le demanda al público el trabajo detallado de recolectar las piezas para vislumbrar que se esconde en el fondo de su historia.
Siempre es un goce ver cómo una propuesta reinventa por completo la sala de un teatro, y la dirección de Ignacio Torres traslada imaginativamente al total del público hacia otro lugar sumamente diferente. Hermosa y rota, “Cosa hecha” atrapa a la audiencia en el centro del escenario y la conmueve de manera dulce, para luego prender las luces de sala y soltarla al mundo, intentando juntar los fragmentos que restaron una vez terminada la función.
“Cosa hecha” está todos los sábados de septiembre en el teatro “El Brío” a las 20hs. Podés conseguir tus entradas por Alternativa Teatral.