El deber ser y el querer
Las responsabilidades nos condicionan, más en un ámbito político y social. El deber ser y el poder. Una es lo que la moral y la ley nos indica y el otro depende de nuestra voluntad. ¿Qué es lo que estamos destinados a cumplir para estar al margen de la sociedad y nuestro entorno?
Estos son los planteamientos existencialistas de Jean Paul Sastre en Las manos sucias en 1948.

«A finales de la Segunda Guerra Mundial, en un país imaginario, se abre una grieta ideológica dentro de un mismo partido. Dos facciones se enfrentan. Un joven se presenta como secretario del líder político, enviado por una facción contraria con una misión urgente. Son tiempos de objetivos claros y precisos. Pero las certezas que arrojan a la acción son inestables. La percepción de los hechos es insegura. La realidad se parece a una obra de teatro». Esta es la reseña de la adaptación de Eva Halac.
Daniel Hendler, Guido Botto Fiora, Florencia Torrente, María Zubiri, Ariel Pérez de María, Guillermo Aragonés, Nelson Rueda, Juan Pablo Galimberti y Ramiro Delgado forman parte de la adaptación de este gran clásico.
Bajo una creativa y oficinista escenografía de Micaela Sleigh dónde los mínimos detalles están presentes, desde un ascensor cuyo efecto es realista hasta una sala de reuniones que se eleva dentro del escenario. La música original de Gustavo García Mendy cuya tensión aporta solemnidad a la obra.
La dirección de Halac juega con las percepciones y tiempos. Un cruce del protagonista entre su pasado y presente donde se cuestionan sus acciones según el antes y después de haber cometido. Una puesta diferente donde el discurso es parte esencial de la trama, la moral y principios quedan en jaque. Las manos sucias es un clásico que sigue vigente para su revisión, nuestros principios no están sujetos a los de los demás.
Disponible de miércoles a domingo a las 20 en el Teatro San Martín (Sala Casacuberta) Escribió Sebastián Arismendi para La Butaca Web .